Bolivia: Nuevo ciclo de protestas por derecha y por izquierda

por Sanna Stockstrom y Eduardo Gudynas – En las últimas semanas los conflictos sociales y políticos se han recrudecido en Bolivia. El actual gobierno de Carlos Mesa no sólo no logra generar medidas que satisfagan las demandas de muy diferentes sectores sociales, sino que algunas de la las pocas acciones que logra llevar a la práctica aumentan todavía más las protestas ciudadanas. En ese sentido el hecho más reciente fue la anulación de subsidios a los combustibles, que inmediatamente dispararon aumentos de la gasolina y diesel, a la que sumó el rechazo a los servicios privatizados de Aguas del Illimani, todo lo cual desembocó en una renovada tensión política.

Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), principal partido de oposición, retiró su respaldo al presidente Mesa y su gobierno, declarándolo «enemigo número uno del país». Morales agregó que el presidente «ha dejado el pueblo y perjudica al pueblo» con sus medidas económicas «drásticas» que «correspondían otra vez al modelo económico neoliberal»; agregó que Mesa «obviamente no está dispuesto a cambiar, aunque el pueblo lo decidió así con el referéndum el año pasado». En ese momento tenían lugar protestas en las zonas andinas de La Paz, incluyendo la ciudad satélite de El Alto, y Cochabamba. Pero además se sumaron algunos sectores agroempresariales de la región de Santa Cruz, que representan a movimientos e intereses muy distintos a los del MAS.

El gobierno de Mesa se vio entonces jaqueado tanto por izquierda como por derecha. Las declaraciones de Evo Morales avivaron la incertidumbre, en tanto aludió a un posible adelantamiento de las elecciones y dijo estar preparado para asumir la presidencia. La ansiedad aumentó todavía más cuando Morales anunció que se dirigiría a toda la nación por televisión.

Evo Morales en la televisión

En la noche del domingo 16 de enero, Evo Morales llegó por medio de la televisión a miles de hogares bolivianos. Existía mucha expectativa sobre esa aparición. El líder cocalero se presentó con la «whipala» (bandera de los movimientos indígenas) a sus espaldas junto a la bandera de su partido con la leyenda «Evo Presidente». En su intervención repitió las acusaciones contra el gobierno de Mesa y aclaró que el pueblo pidió un cambio del modelo neoliberal por una mayor intervención del Estado y más justicia. En su discurso, Morales quiso demostrar que estaba listo para ser presidente.

Por momentos nervioso, Morales recordó el programa político del MAS que se basa en el cumplimiento de la llamada «agenda de octubre» (refiriéndose a los reclamos ciudadanos al tiempo del levantamiento popular de octubre de 2003 contra el presidente Gonzalo Sánchez de Losada). El MAS interpreta esa agenda integrada por una nueva ley de hidrocarburos que nacionaliza esos recursos, la realización de un juicio de responsabilidades contra el ex presidente Sánchez de Lozada, y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Morales sostuvo que el error fundamental del gobierno de Mesa era buscar solucionar los problemas del país con acciones coyunturales e impopulares –como el aumento de precio en los combustibles– en vez de empezar a tomar medidas estructurales que no atacarían la economía y los derechos del pueblo.

Apostando al proceso democrático, Morales agradeció al pueblo por «estar con el MAS», debido a que ese movimiento fue el más votado en las recientes elecciones municipales. Avanzó, afirmando que llegó la hora de los marginados, de los pobres y oprimidos, de los hermanos campesinos, indígenas y originarios, los intelectuales y todos los solidarios con los sectores oprimidos, llegó la hora de tomar el poder y liberarse de los grupos dominantes.

Esta nueva postura de Morales es un dato clave en la política boliviana, ya que el MAS si bien mantenía sus diferencias con el gobierno, había sido un apoyo clave para sostener al gobierno de Mesa. Recordemos que el presidente carece del respaldo de un partido propio y ha sido cuestionado por la ausencia de medidas concretas. Las recientes advertencias de Mesa de una posible renuncia a la presidencia antes que tener que reprimir violentamente a la movilización popular, tuvo el efecto paradójico de debilitarlo todavía más.

Las nuevas protestas sociales

Las movilizaciones y protestas ciudadanas de las últimas semanas contra el aumento de los combustibles y en rechazo a los servicios de Aguas de Illimani en La Paz y El Alto, incluyeron un paro cívico y otras acciones en esa región andina. En Santa Cruz el comité cívico convocó a un paro que paralizó todas las actividades de la ciudad por 48 horas, mientras en Cochabamba hubo varias marchas y Potosí inició su propio paro debido a que la población desconoce a la prefecta departamental nombrada por el gobierno.

Las protestas de las regiones andinas, incluyendo los sectores pobres urbanos y los campesinos rurales, están estructuradas alrededor de muchas organizaciones locales y regionales y distintos tipos de redes, donde las tensiones y conflictos internos son importantes y la coordinación tiene fuertes altibajos. Es por esa razón que los dirigentes aprovechan coyunturas de «emergencia» de «necesidades básicas» como el agua o los combustibles cuyos precios perjudican supuestamente la economía de las familias para lograr temporalmente unir los distintos sectores sociales y luchar por un fin común.

Dentro del MAS también se viven diversas corrientes internas que responden tanto a diferentes ideas como incluso diferentes orígenes geográficos. Por lo tanto, Morales cae en muchos casos en una acumulación personalista y populista de la toma de decisiones que dificulta su transformación de un dirigente cocalero regional a un líder político nacional atractivo para la clase media. En cierto modo, el reciente discurso televisivo de Morales intentó apelar a los intelectuales y la clase media en general, que son considerados clave para las elecciones presidenciales.

La protesta en el Oriente

Una particularidad destacada de la presente conflictividad es que la protesta «andina» y la del «oriente» se potencian mutuamente. Este hecho no ha sido frecuente en el pasado, ya que por lo general los actores sociales claves de Santa Cruz no acompañaban las demandas ni las medidas de las zonas andinas del país. La mayor parte de esos líderes vienen de sectores agroempresariales, y en más de una ocasión tildaban a las movilizaciones andinas como expresiones de «indígenas» y «campesinos» atrasados, buscando diferenciarse de ellas en todo lo posible.

En este momento las protestas de Santa Cruz se expresan de manera similar a los grupos andinos, llevando adelante paros, huelgas y bloqueos. Pero los fines políticos son distintos y están asociados a su rechazo por la suba de los combustibles, a conseguir ciertas ventajas corporativas para sobrellevar el endeudamiento de los productores agropecuarios, y a ganar algunos espacios más de autonomía regional frente a lo que califican como «centralismo» de La Paz.

Las organizaciones y líderes más evidentes del «oriente» también son muy distintos a los grupos andinos. En efecto, muchos de ellos son empresarios agropecuarios, varios provienen de familias «criollas», y no son pocos los de origen «colla» (andino) que se han reconfigurado como radicales «cambas» (palabra que se utiliza para denominar a las personas del oriente). Más de una vez se han presentado a sí mismos como más trabajadores, más inteligentes y mejor educados, y han jugado con cierto racismo para diferenciarse de aymarás y quechuas, alimentando así el separatismo basado en la presunción de que el «oriente» podría desarrollarse mucho más si no tuviera el «lastre» del occidente. Sin duda, un juego peligroso.

Pero más allá de esa radical diferencia en los protagonistas y sus agendas de reclamaciones, lo cierto es que las dos protestas se están desarrollando simultáneamente, se potencian entre sí y extienden geográficamente la incertidumbre a casi todo el país. Y como si fuera poco, debilitan aún más al gobierno de Mesa.

También es evidente que los proyectos políticos de las corrientes andina y aquel de las organizaciones cruceñas son de naturaleza muy distinta. Más allá de la circunstancial coincidencia en los reclamos, no hay acuerdos en aspectos sustantivos de una plataforma política ni en las visiones de los actores sociales en la construcción política. Buena parte de la agenda de Santa Cruz se podría llamar «neoliberal», «conservadora» o «pro-empresarial», representando muchas de las ideas que combaten las organizaciones andinas en la zona de La Paz.

De regreso a la política nacional

Más allá de las demandas y los lazos transnacionales que Evo Morales y su partido lograron establecer, existen fracturas dentro del MAS, algunas de las cuales se repiten cíclicamente. En ese sentido, los legislados masistas Carlos Sandy y Filemón Escobar, junto a otras personas claves, cuestionaron las presiones de Evo Morales para adelantar las elecciones.

En esas tensiones juega el nivel de apoyo necesario al presidente Mesa de manera de mantener un proceso constitucional indispensable para alcanzar la meta de una Asamblea Constituyente. A juicio de varios representantes, la interrupción del proceso constitucional pone en riesgo el llegar a esa asamblea. A varios militantes también les rechina que su partido termine haciendo el juego a lo que califican como «oligarquía» de Santa Cruz.

Pero además, si Morales fuerza la caída de Mesa, su legitimidad como líder político democrático se verá dañada. Si bien eso no le importa a muchos de sus seguidores, buena parte del caudal electoral de Morales no proviene de militantes propios sino de sectores urbanos desencantados con los partidos tradicionales y que buscan un cambio, pero que no necesariamente apoyan cambios rupturistas. Ni hablar de la incógnita que representan las fuerzas armadas frente a ese extremo.

Entretanto, las repetidas crisis hacen que se generen muchas incertidumbres sobre el apoyo de la cooperación internacional a Bolivia que tienen un enorme papel económico en el país. Algunos de estos, como la agencia francesa de desarrollo o el mismo Banco Mundial, amenazan con cortar su apoyo si se da lo que llaman «políticas irracionales» (como la nacionalización de los hidrocarburos o la expulsión de transnacionales). Los poderes económicos internacionales, aunque no son visibles, también presionan; y mantienen congelados créditos de más de 2000 millones de dólares del Grupo de París que postergó su decisión de liberarlos hasta la publicación de la nueva ley de hidrocarburos.

Bolivia se encuentra en una situación inestable, donde hay muchas demandas legítimas y necesarias, pero no está claro hasta dónde puede avanzarse frente a un gobierno débil, económicamente acorralado y con un aparato estatal prácticamente en bancarrota. De la misma manera, el gobierno debería comprender que debe iniciar reformas sustanciales; ya no tiene sentido tratar de ganar tiempo apelando a las promesas que dejan las reformas para después. El país corre el riesgo de paralizarse, el enfrentamiento puede recrudecerse y será todavía más difícil encontrar una salida pacífica y democrática.

S. Stockstrom y E. Gudynas son analistas de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad América Latina); Stockstrom reside en Bolivia, donde realiza investigaciones comparadas sobre movimientos sociales. Publicado en La Insignia el 18 de enero 2005.