En una antigua casa en La Paz, Bolivia, pintada en un rabioso color fucsia, tres mujeres conversan sentadas sobre los escalones de ingreso. La música que llega del interior de esa casa nos remonta a un cabaret francés de la década del 20. Estamos en las escalinatas de la “Virgen de los deseos”, la nueva casa creada en 2005 por el movimiento social boliviano Mujeres Creando (MC), un espacio de las mujeres que allí participan hacia la sociedad.
Desde hace 12 años, el movimiento social boliviano MC utiliza su creatividad e ingenio para, entre otras cosas, luchar contra las desigualdades de género, incluso dentro de los movimientos sociales y a los que invitan a revisar sus propias dinámicas internas y redes de solidaridad. Editan el periódico Mujer Pública, editan libros de poesía y sexualidad; hicieron un (exitoso y controvertido) programa de TV que llevó el nombre de “Mamá no me lo dijo”. A su ve, crearon una estructura económica en donde se dan cita iniciativas productivas llevadas a cabo por mujeres, que resultan en que cada grupo asume la responsabilidad del autosostenimiento y del aporte a la casa a partir del trabajo manual, intelectual y creativo. Pero más que nada, lograron ser conocidas y reconocidas por salir a la calle: ocupando, pintando e instalando su denuncia; sin dudar en pedir justicia por las víctimas de los disturbios de octubre de 2003 o ser escudo humano en las continuas luchas hacia conquistas civiles.
En las paredes del bar de la “Virgen de los Deseos” se pueden ver gigantescas y antiguas fotografías de cholas, retratadas hacia principio del siglo XX, acompañadas de graffitis con proclamas típicas de sus pintadas callejeras. “La calle es mi casa sin marido, mi empresa sin patrón, mi salón de colores…”.
Mientras prepara un mate de coca, Julieta Ojeda, coordinadora de MC y miembro del grupo fundador desde sus 18 años, habla de su idea, su visión, en especial de cara a las elecciones presidenciales del 18 de diciembre.
“Desde octubre del 2003 se da en Bolivia un proceso de transformación y cambio. En relación al rol de las mujeres, notamos que hay una fuerte participación, efectiva; ya sea en protestas, huelgas de hambre y marchas callejeras, pero la visibilidad de las mujeres es nula, no existe. No hay una líder a la cual remitir como referente en los movimientos sociales. En las últimas movilizaciones han surgido unos seis o siete nuevos caudillos, varones, que se han transformado en interlocutores. Los movimientos sociales son tremendamente machistas. No se toma en cuenta a los subalternos que sostienen a los movimientos: mujeres, ancianos y gente muy joven. No se les da la posibilidad de participar en la toma de decisiones”.
¿A qué lo atribuís?
La mujer cumple un rol económico, administrativo y afectivo fuerte dentro de la familia boliviana. Es cada vez más común ver el rol de sostén familiar sobre las espaldas de las mujeres. Pero a la hora de las decisiones, el varón es quien siempre se impone.
¿Por qué?
Por una especie de machismo que se reproduce dentro de la familia y también en las organizaciones sociales. La mujer lo apoya y se hace parte de esa lógica. Nosotras creemos en la autonomía, y no en el separatismo. La autonomía implica una propia palabra, una organización donde todos podamos tomar decisiones. Queremos que exista un sujeto mujeres. Nosotras bregamos por su existencia en todas las organizaciones. Hay experiencias de las Trabajadoras del Hogar o Trabajadoras Sexuales, integradas en su totalidad por mujeres, que debieron esperar años para ser reconocidas por la Central Obrera Boliviana (COB), porque supuestamente no eran trabajadoras. Aunque lograron el reconocimiento, a la hora de tomar decisiones jamás son tenidas en cuenta.
¿Cómo trabajan ustedes para lograr el cambio?
“Mujeres Creando” tiene unos 12 años de camino. Hemos colaborado con otras organizaciones de mujeres. Uno de los puntos centrales que nos planteamos es la organización horizontal y el respeto mutuo. Si una organización que trabaja con nosotras no es capaz de respetar el lesbianismo, por ejemplo, no se trabaja más con ella. Cuando se linda con la discriminación y la intolerancia, nos abrimos. Otro de los puntos importantes es nuestra autonomía respecto a los partidos políticos, las ONG y el Estado. Hemos participado en el conflicto que se dio, hace tres años, entre mujeres y bancos que brindaban el sistema de microcrédito, donde muchas fueron estafadas. Se llegó a tomar la superintendencia de La Paz y se lograron grandes triunfos. Que una deudora pueda sentarse a discutir con un abogado y un gerente era imposible antes de las manifestaciones, ahora se da. Creemos en la posibilidad de impulsar movimientos de mujeres independientes y autónomas, que puedan relacionarse de otra manera con las organizaciones sociales.
¿Cómo participa MC del entorno social boliviano, en especial en octubre 2003?
Tenemos una manera particular de participar, no somos un grupo masivo. En octubre de 2003, echamos pintura al palacio de Gobierno, denunciando las masacres que llevaba adelante el gobierno de Sánchez de Lozada. Son acciones creativas que tienen su vuelo y su impacto. También pegábamos pancartas que decían: “Las putas aclaramos que ni Sánchez de Lozada ni Sánchez Versaín son hijos nuestros”. Era una respuesta a la derecha y a la izquierda, a sus discursos fascistas, violentos y caudillistas. No creemos que apelando a la misma violencia estatal se vaya a poder cambiar las cosas. Nosotras tomamos el espacio público para recuperarlo como espacio político. También hemos tenido programas de TV. Las acciones callejeras, la realización de debates, la utopía y el aborto fueron tratados en nuestros programas.
¿Cuáles son las expectativas de cambio frente a estas elecciones?
Las marchas de octubre fueron esperanzadoras, con una fuerte dosis de contrapoder. Las organizaciones vecinales dejaban atrás a los caudillos. En mayo-junio se dio el proceso inverso, se entregó el poder nuevamente a los caudillos. Ahora, no hay un proyecto real de cambio justamente por las divisiones. El partido de [Evo] Morales es un claro ejemplo del proceso de transformación que sufrieron los movimientos sociales. El MAS dejó de ser un movimiento social cocalero, se transformó en un partido político. Quiere responder a problemáticas nacionales y entra en las reglas de juego. El objetivo de Evo es ser presidente y se funcionaliza en base a las demandas sociales. Se vio claro en la política pendular que llevó adelante el MAS en relación a la nacionalización de los hidrocarburos.
¿Hay posibilidades de integrar las acciones de los movimientos?
Ese es uno de los grandes problemas de los movimientos sociales: los caudillismos. Se tiene un terreno que está parcelado totalmente; cada caudillo tiene su pequeña parcela de poder y ninguno está dispuesto a ceder su espacio. Hay un desconocimiento de la heterogeneidad. Creemos que el aporte de las organizaciones feministas es una contribución en este terreno; obviamente no es tenido en cuenta. Nosotras creemos en la heterogeneidad de los movimientos, por eso planteamos la alianza entre putas, lesbianas, trabajadoras del hogar y campesinas. Son diferentes espacios de integración que podrían ir conjuntamente y afectar al sistema, eso potencia a nuestras organizaciones. Te doy algunos ejemplos: surge el tema de las zonas rosas en la ciudad, nosotras tenemos algo que decir porque hay mujeres en esa discusión; surge el tema de la ley, nosotras no estamos de acuerdo con las leyes, pero podemos opinar porque hay compañeras de trabajan junto a nuestro movimiento. Esa heterogeneidad, en vez de dividirnos y separarnos, nos potencia. Debemos encarnar de otra manera las luchas, no parcelar, sino unir. También se ha visto un fuerte conservadurismo en los movimientos sociales con relación a la apariencia, esa cuestión de definir quién es originario, quién es indigenista, dejando de lado lo que nos une en la exclusión y dominación.
¿Qué soñás para Bolivia?
Sueño un pueblo que decida su país. En eso, a las feministas nos toca seguir peleando, para que la mujer gane espacios en los movimientos y en la sociedad. Sueño un país desprejuiciado, donde todos podamos vernos, reconocernos y respetarnos en las diferencias.
Entrevista de Fernando Ledo, Nicolás Recoaro y Leonardo Spinetti, publicada en la revista Hecho en Bs. As. – Año 5 Nº 64, diciembre 2005.