Mauricio Galinkin es un conocido activista en temas sociales y ambientales, que durante años ha trabajo en temas de desarrollo sostenible en Brasil. Actualmente es integrante de CEBRAC (Centro Brasilero de Referencia y Apoyo Cultural), con sede en Brasilia. Desde la sede del gobierno federal, presentamos una entrevista para repasar los aspectos destacados de las elecciones presidenciales en Brasil, donde Lula da Silva obtuvo el 48 % de los votos, y su oponente Geraldo Alckim alcanzó el 43%. Este resultado implica que deberá tener lugar una segunda vuelta el próximo 29 de Octubre.
¿Cómo vivió la elección presidencial del pasado domingo 1ero de Octubre?
Acompañé la elección con interés y preocupación, especialmente al tomar en cuenta que aparentemente nada avalaba la intención del electorado de resolver la elección en una primera votación. Eso inflaría el ego del actual presidente, que ya había lanzado un primer globo de ensayo sobre una Reforma Política “a la Chávez”, inconstitucional, buscando perpetuarse en el poder. Pero confieso que por primera vez en mi vida no conseguí tener ánimo para seguir un debate electoral en la televisión.
El resultado de las elecciones fue para muchos inesperado, dada la gran ventaja que mostraba el presidente Lula en las encuestas. ¿Le sorprendieron esos resultados?
Deseaba que hubiese una segunda vuelta para la elección de presidente de la República, como forma de reducir las tensiones autoritarias del actual presidente. Aproximadamente dos semanas atrás, en una comida con empresarios de Sao Paulo, afirmó que los “demonios” que habitan su cabeza de vez en cuando acechaban con la alternativa de cerrar el Congreso Nacional (según informó el periodista Élio Gaspari, en Folha de São Paulo y O Globo). Entendí que era necesario una decisión en una segunda vuelta para que eso redujera la percepción salvacionista y de poder hacer cualquier cosa, incluso ilegal, sin afectar su popularidad.
Me sorprendió la rapidez con que perdió puntos en las encuestas. Entre la penúltima evaluación de intención de votos, con 53% el 27 de septiembre, a la última, del día 30 de septiembre, con el 50%, y finalmente la votación del día 1 de octubre, donde obtuvo el 48%. Perdió más de un punto porcentual por día. Hasta entonces las noticias de los escándalos que informaba la prensa no afectaba sus resultados, e incluso algunos comentaban que los propios medios estaban perdiendo la capacidad de influir sobre los electores. Pero en esos cambios no todos eran simpatizantes de Lula, sino que sobre todo fueron indecisos que se definieron por la oposición.
De una forma esquemática, en la última semana el “candidato-presidente” insistió que en sus declaraciones como candidato, la oposición no quería discutir políticas, programas o proyectos, sino que se queda apenas en cuestiones policiales. Pero a pesar de todo esto, Lula decidió no concurrir al debate presidencial final en la televisión. Aunque ese programa era tarde en la noche, y no llega al gran público, su ausencia fue destacada en los noticiarios de la televisión, los que constituyen hoy prácticamente el único medio de informaciones del gran público brasilero. Eso también influyó en los indecisos, y además afectó a algunos definidos por Lula.
¿Cuáles podrían ser los principales factores que explican que se llegara a una segunda vuelta?
La divulgación de la foto del dinero que se usaría para comprar un informe contra el candidato del gobierno de Sao Paulo, José Serra, incluso en los horarios centrales de los noticieros de televisión (entre las 19 y las 20:30 horas), como última acción ilegal, y escandalosa, se tornó en algo bien concreto a la vista de los votantes indecisos, que pasaron a votar a Geraldo Alckmin. De todos modos, los votos blancos y nulos no fueron superiores a la media de las últimas elecciones.
¿Cómo evalúa la actitud ciudadana, y en especial el papel de la militancia de los partidos políticos?
Esta elección demostró de forma general, una gran reducción de la actividad de la militancia política. Las personas que llevaban banderas y carteles en las calles y avenidas, eran casi en su totalidad contratadas por los partidos y los candidatos. Los partidos de izquierda eran los que disputaban, en el pasado, la militancia que sustituyó a los llamados jefes electorales contratados por los partidos tradicionales. En ese sentido, fue la militancia de izquierda que desaparece de las calles, ciertamente golpeada profundamente no sólo por los escándalos indefendibles del gobierno Lula, sino además por la despolitización de la campaña, que giró hasta el momento básicamente en torno a los hechos policiales, y no a las cuestiones políticas.
En el caso de los movimientos sociales, el gobierno federal aplicó su “aparato” sobre buena parte de los movimientos sociales y su relación durante la campaña fue ganar apoyo y militancia.
Estos resultados, ¿encierran un mensaje para todos los partidos políticos, o en especial para el Partido de los Trabajadores?
En mi opinión el mensaje principal está dirigido al presidente de la República; mucho más que hacia los partidos políticos. Ese mensaje fue en sentido de que las instituciones democráticas deben tener primacía sobre las aventuras políticas, y que todos los datos deben ir al conocimiento del público. El presidente pasó los últimos 18 meses culpando de todos los hechos corruptos al Partido de los Trabajadores (PT), separándose de su partido como forma de mantener su popularidad y la intención del voto de los electores. Además de eso, al descalificar al PT, también afirmó que su partido hace apenas lo que todos siempre han hecho. O sea, mostró a los electores que los partidos son todos “harina de una misma bolsa”, al contrario de la distinción que por 25 años venía martillando en los oídos de la sociedad brasilera. En el último momento de la recta final, los electores percibieron que no sólo el PT, sino que el propio presidente de la República podía ser, él también, un fraude. Por ello resolvieron pedir más tiempo para decidir sus elecciones.
Las denuncias de corrupción que se sucedieron en las últimas semanas, ¿llegaron a tener un impacto decisivo en las elecciones? En el mismo sentido, que esos casos se hicieran públicos, ¿significa que existe un mejor control sobre la corrupción?
Las denuncias sobre corrupción impactaron sobre los votantes en la recta final del proceso electoral. Esas denuncias están basadas en hechos concretos, pero el gobierno siempre intentó negarlas. En la última denuncia, el gobierno federal maniobró fuertemente para que se hiciera público el resultado de las investigaciones después de las elecciones, esperando una primera votación victoriosa.
Por estas razones, el gobierno frenó y volvió secretas las acciones del Estado que intentaban averiguar sobre estas cuestiones. Los medios cumplieron su papel de informar, algunos con mas y otros menos inserción partidaria, pero los hechos reales se trataron muy poco. Los mecanismos de investigación de los actos corruptos se tornaron más eficientes con el avance del proceso democrático y con la multiplicidad de intereses en juego. En la divulgación de las fotos del dinero, el día 27 de setiembre, se vió en los noticieros que la Policía Federal tenía “dos bandas”: una era “petista”, y la otra era “tucana” [apodo para el partido PSDB, al que pertenece G. Alckmin]. La banda “tucana” sería la que divulgó las fotos para incidir sobre la elección de Lula. Eso es a la vez muy ruin, pero también bueno. Por un lado es malo que los aparatos del Estado sean partidizados, pero también es bueno porque ya que están partidizados, no hay unanimidad interna y las noticias que un partido desea mantener secretas acaban siendo divulgadas por “otra banda”.
Más allá de estas denuncias sobre corrupción, ¿cuál es el papel de los programas de los partidos políticos? Los programas ¿están enfocando adecuadamente los problemas de Brasil?
Los programas de los partidos se han convertido en documentos sin importancia. El principal candidato de la oposición lanzó su programa de gobierno dos semanas antes de las elecciones. Muy poca gente tuvo la oportunidad de leer ese documento, y menos tiempo de discutirlo. El debate electoral giró en torno a las páginas policiales, y sobre quien es más o menos corrupto, si ahora hay más o menos corrupción que en tiempos del gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Pero hasta ahora, no ha habido ninguna discusión de políticas.
M. Galinkin, es presidente del Centro Brasileño de Referencia y Apoyo Cultural (CEBRAC).
Publicado en el semanario Peripecias Nº 17 el 4 de octubre 2006.