América Latina en debate por biocombustibles

por Gerardo Honty – Los biocombustibles siguen siendo foco de innumerables foros, seminarios y artículos científicos y periodísticos con un nivel de producción literaria que se vuelve difícil siquiera de seguir. En este último mes asistimos al II Seminario Latinoamericano y el Caribe de Biocombustibles en El Salvador promovido por OLADE, la Mesa Redonda sobre Biocombustibles Sustentables en Belho Horizonte promovido por el PNUMA, el Foro Biocombustibles, energía alternativa, una mirada a la Región, organizado por FLACSO en Quito, la Conferencia Nacional Popular sobre Agroenergía en Curitiba, organizada por gremios agropecuarios brasileños, por citar algunos de los encuentros más relevantes.

La impresión general es que nadie quiere perderse la oportunidad de participar en este gran nuevo negocio, pero a la vez, nadie tiene muy claro si al «pasar la raya» los resultados serán positivos o negativos. Los ejemplos de los grandes productores de biocombustibles están basados en grandes subsidios (Estados Unidos otorga 6 mil millones de dólares anuales en subsidios a los biocarburantes y la Unión Europea 4,5 mil millones), en explotación de mano de obra semi-esclava y la destrucción de ecosistemas frágiles (estos dos últimos factores fundamentalmente en Brasil). Estos argumentos –entre otros– hacen dudar de la sustentabilidad tanto económica como ambiental del negocio.

Motores

El etanol representa hoy el 90% de la producción mundial de biocombustibles y se fabrica esencialmente en Brasil y USA. El restante 10% corresponde al biodiesel producido en su gran mayoría en la Unión Europea. El crecimiento de la producción de biodiesel en el último año ha sido del 33% y la de etanol 20%.

El principal impulsor de este desarrollo es el mercado creado por las metas de incorporación de energías renovables en Europa (10% de biocombustibles en la oferta de combustibles líquidos en 2020) y estadounidense (20% de la matriz energética renovable para 2017). Las razones esgrimidas para la fijación de estas metas son variadas pero puede establecerse el siguiente orden de prioridades:

1) La seguridad en el abastecimiento. Europa importa el 80% del combustible que consume mientras que Estados Unidos tiene cada vez más problemas para asegurarse del petróleo de Medio Oriente, su gran proveedor.

2) Sostener el desarrollo rural. En Europa la reforma agrícola prevé eliminar subsidios a la producción agropecuaria y los gobiernos ven con preocupación una posible crisis que corra a los productores hacia los centro urbanos. Ya se promulgó una ley que premia con 45 euros por cada hectárea cultivada con agroenergéticos pero no ha dado mucho resultado.

3) Reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Los países de la Unión Europea deben cumplir con los compromisos contraídos en Kyoto en el marco de los acuerdos de Naciones Unidas para el Cambio Climático. Estados Unidos por su parte si bien no tiene obligaciones formales ha declarado al mundo que hará su propio plan y el etanol es uno de los caminos posibles en tanto contribuye a mantener a su gente en el campo.

Cambio climático

Sin embargo, no está claro aún si el ciclo de vida de los biocombustibles ofrece saldos negativos o positivos. Es decir, si uno suma las emisiones derivadas de los cultivos, el uso de maquinaria, transporte de granos etc. la cantidad de emisiones reducidas por el uso final de los biocombustibles en el transporte depende de los diferentes cultivos Por ejemplo el etanol de maíz puede tener una relación de 0,83 (es decir, entrega el 83% de la energía que requiere para su fabricación) mientras el de caña de azúcar alcanzaría un valor 10 veces superior: 8,32. Por su parte el biodiesel de soja tiene una relación de 2,54 en tanto el biodiesel de palma aceitera contiene 10,34 veces más energía que la necesaria para fabricarlo. Estudios realizados para Estados Unidos dan cuenta que las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los cultivos de biocombustibles varían –dependiendo del cultivo de que se trate– desde 89 a 286 gramos de CO2 por kilo de biomasa producida.

Para colmo ni el bioetanol ni el biodiesel tienen el mismo contenido energético (ver tabla adjunta) por lo cual para sustituir un litro de cualquiera de los tradicionales combustibles fósiles será necesario más de un litro y medio de los sucedáneos vegetales.

Contenido energético de los combustibles en Megajoules por litro

  • Gasolina: 44
  • Nafta: 27
  • Gasoil: 43
  • Biodiesel: 27

Fuente: Panel Intergubernamental de Cambio Climático

Pero lo más controvertido de todo es que la reducción de emisiones por la vía de la sustitución de biocombustibles sería de las opciones más caras. Las estimaciones conocidas dan cuenta de que los costos de los subsidios sólo serían compensados con remuneraciones de entre 250 dólares la tonelada de CO2 hasta 5.500 US$/ton dependiendo del cultivo y el país de que se trate. Considerando el precio actual de la tonelada de CO2 ubicada en el entorno de los 12 dólares, estos valores resultan desorbitados.

Bio-latinos

Hacer un balance de la situación de los biocombustibles en América latina es una ardua tarea en tanto la evolución es tan rápida que los datos pierden vigencia en poco tiempo y lo que se sabía en enero hoy ya puede haber cambiado. Aún así algunos elementos pueden establecerse.

En Brasil ya hace años que no existe nafta pura. Toda la nafta que se consume en el país tiene al menos tiene un 25% de alcohol y puede comprarse también etanol al 100%. Hace 3 años la Volkswagen desarrolló su tecnología “flex-fuel” que permite utilizar cualquier proporción de etanol con nafta revolucionando el mercado de este biocombustible.

Colombia es el tercer productor de etanol americano (luego de Estados Unidos y Brasil) y quiere llegar a producir 3 millones de litros por día en el año 2010. Es también un gran productor de biodiesel de palma (una planta que tiene un rendimiento 10 veces mayor que la soja) y pretende llegar a producir 460.000 toneladas de biodiesel para abastecer la demanda nacional en 2010.

Además Brasil y Colombia son exportadores de biocombustibles: El Salvador, Guatemala. Jamaica, Nicaragua, Trinidad y Tobago, Argentina, Ecuador, México, Perú y Paraguay.

Los principales cultivos utilizados en la región son caña de azúcar y soja aunque hay otras 14 variedades con potencial de ser plantados. Por lo menos ocho de ellos ya se aprovechan en áreas menores: palma aceitera, ricino, maíz, colza, girasol, sorgo, trigo y mandioca.

Todos los países mencionados han desarrollado algún tipo de legislación para impulsar la producción de carburantes de origen vegetal. Las características comunes son: una meta de mezcla mínima de biocombustible en gasoil y naftas y exoneraciones tributarias de diverso tipo. Todo parece indicar que el volumen de negocios de los combustibles de origen agrícola irá en aumento. Entretanto, organizaciones internacionales y algunos mercados compradores (particularmente la Unión Europea) tratan de establecer estándares y criterios de certificación para evitar los impactos negativos de este desarrollo.

Para los críticos de los biocombsutibles, las certificaciones no son una herramienta suficiente y hay que apelar también a las políticas públicas para orientar la evolución de la nueva producción hacia metas sustentables y con mejor distribución de la riqueza. Ordenamiento territorial, límites a la extensión de los cultivos, regulaciones para el uso de agroquímicos y agua, control de los efluentes de las biorefinerías, cumplimiento de las legislaciones laborales, son algunos de los capítulos de política pública que podrían encaminar la producción de biocombustibles.

G. Honty es sociólogo e investigador en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social) en energía y cambio climático.

Publicado en el Suplemento Energía de La Diaria, Montevideo, el 30 de octubre de 2007.Reproducido en el semanario Peripecias Nº 71 el 31 de octubre de 2007.