por Patricia P. Gainza – En el ámbito de la inauguración de una exposición de arte con perspectiva de género en el Centro Cultural de España en Montevideo, entrevistamos a la artista plástica brasileña Beth Moysés quien realizó una performance contra la violencia de género que llevó a medio centenar de mujeres vestidas de novia a una manifestación por el centro de la ciudad.
¿Cómo comenzaste a trabajar con la problemática de violencia contra las mujeres de esta manera singular?
Comencé mi carrera artística con dibujos y luego pasé a hacer pinturas, pero la pintura estaba siempre cargada de materiales. Recogía objetos del día a día que me atraían, como esponjas de baño, medias de seda, tules, y los pegaba a la tela. Todos ellos formaban parte de mi universo femenino. Las capas de tinta sobre la tela se colocaban sobre varias medias transparentes sobrepuestas. Cuando la tinta secaba, elegía alguna parte de la pintura y rasgaba la media, retirando una parte, rebelando así el color que estaba debajo. Pienso que ese proceso es el mismo que vengo repitiendo hasta ahora. Aquello que está vedado intento de alguna forma tornarlo público.
¿Qué objetivo tiene el trabajar con vestidos de novia y qué nuevo significado le estás dando?
Me apropié de esa materia prima, el vestido de novia, por remitir inmediatamente al casamiento. Son todos vestidos usados, cargan la memoria del afecto que ha quedado retenido en el traje el día de la ceremonia del matrimonio. Intento confrontar ese amor con la violencia vivida por tantas mujeres dentro de nuestra sociedad patriarcal.
El vestido en mi trabajo no quiere decir lo que siempre representó dentro de la iglesia católica: aprisionamiento, virginidad, sumisión de la mujer a su compañero y sin liberación. Todas las mujeres visten el traje por otro motivo, es un colectivo de mujeres, juntas celebran un casamiento con la paz. El vestirse nuevamente de novia hace que esas mujeres recuerden los problemas que pasaron e intenten transmutar ese dolor por medio de la catarsis. Podría colocar a las mujeres con los trajes rasgados o manchados de sangre, pero no es esa mi intención, no es una manifestación política cualquiera, es poética, sutil y transformadora.
¿Qué te llevó a dedicarte a este tipo de arte moderno?
Siento que como artista tengo la posibilidad no sólo de hacer lo que más me gusta, que es crear, sino también de contribuir con la sociedad. Creo que el arte puede transformar muchas cosas. Mi trabajo habla de afecto de verdad, porque la falta de ese afecto es uno de los mayores problemas de la humanidad.
¿En qué medida crees que este tipo de evento logra el cometido de concientizar sobre la violencia doméstica?
La experiencia que tuve en Brasil con mujeres que realmente fueron víctimas de la violencia doméstica, muchas que incluso salieron de la casa de acogida sólo para participar de la performance, fue muy fuerte. No puedo afirmar que eso haya ocurrido con todas ellas, porque depende de la seriedad con la que se haya participado. Me enteré que una señora que participó en la performance en San Pablo, casada hacía 12 años, llevaba sufriendo una violencia terrible de su marido hacía ya 5 años. Él la maltrataba de todas las maneras posibles, la echaba de casa, pero ella no lograba liberarse de aquella relación. Participó entonces de la performance, enterró sus espinas y cuando volvió para casa, se sentía más fuerte, hizo sus maletas y partió hacia una vida nueva.
Recibí una carta de una mujer que participó en Brasilia diciéndome que cuando acabó la performance su autoestima había aumentado, se sentía como nueva, llena de esperanza.
En Madrid, una señora de 80 años, viuda, que participó de la performance, me dijo que pasó toda su vida siendo maltratada por su marido, que nunca había imaginado vestirse nuevamente de novia, pero que el vestirse por esa causa le daba un inmenso placer. Participó de la performance, lloró mucho y al final del recorrido me abrazó fuerte y me agradeció la oportunidad de poder vivenciar todo eso.
¿Qué relevancia tienen los medios de comunicación masivos en este tipo de manifestaciones artísticas y políticas?
La performance alcanza a un público local y también a los que tienen inquietud por el arte, pero los medios tienen un papel fundamental en la difusión del trabajo, son ellos los que llevan la obra para dentro de los hogares dándoles coraje a las mujeres para que no se silencien ante los malos tratos de sus parejas y también intentando tocar el corazón de los que maltratan. Un hombre que conoció mi trabajo, vino a agradecerme por darle la oportunidad de entender un poco mejor a las mujeres.
¿Piensas que la sociedad está informada y concientizada sobre la situación de las mujeres y la violencia doméstica que sufren?
La población en general no, pues las personas consideran que forma parte de su vida privada. En Brasil existe un dicho popular que dice “en riña entre marido y mujer no se mete la cuchara.” Grupos de feministas u organizaciones de mujeres y personas que están involucradas en el tema se preocupan mucho y luchan para transformar esa situación.
Trabajé dentro de la Comisaría de la Mujer en Brasil durante un año y pude constatar el sufrimiento de esas mujeres. Un día apareció una joven de 25 años con dos hijos pequeños cargando una maleta, me contó que estaba casada y que no aguantaba más vivir aquella vida, que todos los días su marido le pegaba y que constantemente la amenazaba de muerte. «Mi marido es policía y la policía lo puede todo, todos le temen, incluso mis padres». Yo le pregunté si los vecinos escuchaban los gritos durante sus peleas y si no se manifestaban. Ella me dijo que nadie se inmiscuía, que estaba completamente sola con sus hijos y que venía en busca de auxilio. La comisaría la encaminó para una casa de acogida. Fue muy triste.
¿Cómo explicas esta situación que viven las mujeres incluso hoy?
Creo que la fuerza masculina siempre fue muy intensa, la iglesia siempre tuvo un poder de manipulación muy importante y estaba formada por hombres, ellos eran quienes dictaban las reglas. Sin duda, nosotras mujeres acarreamos una carga difícil de ese pasado, sin embargo las cosas están cambiando, no creo que en la actualidad, después de tantas conquistas, a las mujeres se las siga viendo como el sexo débil. Me parece que la liberación de la mujer es cada vez mayor y eso también contribuye para que ellos se tornen más violentos, pues quieren mantener la situación cómoda del pasado de sumisión. Deseo sinceramente que nuestra sociedad pueda transformar completamente todos esos patrones de comportamiento establecidos y arraigados durante nuestra historia, logrando igualdad y respeto para los dos sexos.
¿Por qué crees que la mayoría de las víctimas de maltrato siguen calladas y no denuncian a sus agresores?
Mi experiencia en la Comisaría de la Mujer me ha hecho concluir que las mujeres tardan mucho en denunciar a su pareja, sienten vergüenza de exponerse, la mayoría de ellas me decía que no lo comentaba ni con su mejor amiga. Miedo de lo que ellos puedan hacerles después de haberlos denunciado. Miedo de no tener cómo sobrevivir y alimentar a sus hijos. El hecho de que la mayoría de los hombres les peguen a las mujeres tiene como factor coadyuvante el alcoholismo, fue constatado por innumerables investigaciones hechas en Brasil y Estados Unidos que el alcohol es uno de los grandes responsables de la violencia doméstica. Casi todas las mujeres hacían el mismo discurso dentro de la secretaría, «mi marido se embriaga y me golpea, al día siguiente está hecho un ángel, maravilloso, en el fondo él es bueno, es la bebida la que le hace ser violento conmigo».
Más información sobre Beth Moysés se puede obtener en su sitio: http://www.bethmoyses.com.br
P. P. Gainza es socióloga y analista de información de CLAES – D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina).