por Rosa Miriam Elizalde – Los ingenuos que creen en la democracia digital han olvidado que la información no fluye en el vacío, sino en un espacio político que ya está ocupado, organizado y estructurado en términos de poder. Y si alguien tenía alguna duda, ahí está Brasil para confirmarlo.
La lección de la reciente campaña electoral, en particular la del candidato Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), es haber logrado organizar a una potente cibertropa integrada por individuos con experiencia militar que se han involucrado activa y conscientemente en la manipulación de la opinión pública, junto a usuarios comunes políticamente motivados y compañías de comunicación estratégica locales e internacionales que fueron contratadas para intervenir en las redes sociales durante el proceso eleccionario.
El término cibertropas (Cyber troops) fue descrito en el 2017 por el Oxford Internet Institute como “la acción en redes de grupos de cuentas falsas, robots y/o trolls organizados –ya sea rentados o no- cuyo objetivo es producir algún efecto en la opinión publica, en la circulación de la información o en la persecución de opiniones críticas”.
Son sistemas complejos, no centralizados, que funcionan de forma celular y no necesariamente tienen contactos unos con otros. Sin embargo, demuestran actividad coordinada y una agenda temática común. Para tener éxito necesitan de la convivencia de tres factores: redes sociales (individuos relacionados), una fuerte motivación y plataformas sociales.
Quien haya seguido de cerca las elecciones brasileñas encontrará cientos de evidencias que confirman que, detrás de la retórica antisistema y la aparente torpeza en el uso de las herramientas digitales que mostraba Bolsonaro, hubo un diseño de laboratorio y expertos que aprovecharon el contexto eleccionario para aplicar innovaciones en las tecnologías de comunicación política, como ha venido ocurriendo en otras contiendas de la última década, desde la de Barack Obama (2008), el Brexit (2016), Donald Trump (2016), Macron (2017)… hasta Bolsonaro.
Comento solo tres hechos que, teniendo en cuenta el caso brasileño, nos permiten entender cómo la mentira se ha convertido en la vía expedita para llegar al poder en las “democracias” de hoy.
No hay procesos soberanos de deliberación pública en la red
La imagen más compartida en WhatsApp durante la campaña de Jair Bolsonaro muestra a un sonriente Fidel Castro y a una joven Dilma Rousseff, identificada como “pupila, estudiante socialista de Castro”. En realidad, la foto ha sido manipulada de un original de John Duprey, del diario NY Daily News, tomada durante la visita del líder cubano a Nueva York en abril de 1959, cuatro meses después del triunfo de la Revolución Cubana. Dilma tenía entonces 11 años, vivía en Minas Gerais y jugaba a las muñecas.
Este es uno de los ejemplos que recoge un estudio conjunto de la Universidad Federal de Minas Gerais, la Universidad de São Paulo y la plataforma de verificación de datos Agência Lupa, que reveló el estrecho vínculo de las acciones políticas, las cibertropas y las campañas de desinformación en las redes de Brasil durante las recientes elecciones.
Al evaluar el grado de veracidad de 50 imágenes repetidas en 347 grupos públicos que circularon en WhatsApp entre el 16 de agosto y el 7 de octubre, durante la primera vuelta de las presidenciales, los investigadores encontraron que solo cuatro imágenes eran comprobadamente verdaderas. Pero en esos grupos, 18 088 usuarios postearon 846 905 mensajes, de los cuales 107 256 eran imágenes.
Esta intoxicación informativa no se produce a tontas y a locas. De acuerdo con los investigadores, lo que distinguió la campaña de Bolsonaro fue la combinación de una estrategia de comunicación vertical con el uso intensivo de las plataformas sociales. En otras palabras, existe evidencia abrumadora de que los estrategas del candidato generaron contenido malicioso y lo enviaron a activistas locales y regionales, quienes después comunicaron la información a miles de grupos públicos y privados, utilizando las plataformas más populares en Brasil, fundamentalmente WhatsApp. Desde ahí, los mensajes se diseminaron aún más cuando las personas crédulas los compartieron con sus propios contactos.
Ahora bien, como dice el filósofo vasco Daniel Innerarity, “el actual imperialismo cultural no es una cuestión de contenido sino de protocolos”. La influencia que se ejerce sobre los usuarios de la red no está solo en lo que se dice y se comparte, sino en el marco. La arquitectura técnica define cómo se busca y se encuentra información en Internet, cómo exploran y como se relacionan los usuarios. Esa mediación condiciona los hábitos de las personas que se asoman a Internet o participan activamente en una plataforma social. Por tanto, expresa una ideología, y es cualquier cosa, menos neutral.
“El valor supremo de esta ideología es la ‘libre expresión’ y guarda un sospechoso parecido con los valores de la desregulación, la libertad de circulación o la transparencia entendidos de manera neoliberal”, añade Innerarity. En realidad, WhatsApp, propiedad de Facebook, es una maraña de reglas y procedimientos para clasificar la información; reglas diseñadas por la corporación para el beneficio final de la corporación.
Es evidente que el equipo asesor de Bolsonaro conoce perfectamente estas lógicas.
Empleo de armas de destrucción matemática de la realidad
Para saber qué decir en cada momento, los expertos del PSL apelaron a la escucha social y a “tácticas militares de última generación”, ha dicho el antropólogo Piero Leinier, profesor de la Universidad Federal de San Carlos, en São Pablo, que desde hace más de 30 años estudia instituciones militares.
“Esto no es propaganda; es una bomba semiótica”, añadió en declaraciones alFolha de Sao Paulo: “Estos movimientos crean un ambiente de disonancia congnitiva: las personas, las instituciones y la prensa quedan completamente desconcertadas. Pero, al fin de cuentas, Bolsonaro reaparece como el elemento de restauración del orden, con un discurso que apela a valores universales y etéreos: fuerza, religión, familia, jerarquía.”
Por tanto, la campaña no es resultado del comportamiento “orgánico” en unas redes sociales altamente politizadas, sino del uso de “las armas de destrucción matemática de la realidad”, como las ha llamado Cathy O’Neil en su libro homónimo. . La apropiación de enormes conglomerados de datos (big data) y el procesamiento de esta información con potentes máquinas en operaciones de inteligencia artificial explican el por qué, en el último mes de campaña, Bolsonaro prácticamente duplicó su intención de voto.
Un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) sobre la distribución entre receptores de redes sociales de Bolsonaro, Haddad y Lula, mostró una clara preponderancia del primero sobre los otros dos, con saltos abruptos que solo pueden explicarse por la intervención de tecnología y dinero en campañas publicitarias en redes, que han estado dirigidas fundamentalmente a los llamados millennials, los más jóvenes que tienen limitada exposición a la TV, no escuchan radio y se informan únicamente a través de nichos segmentados por grupos de interés.
De acuerdo con Celag, la metodología utilizada por consultoras expertas en algoritmos y análisis de audiencias fue la siguiente:
Escucha social con big data e inteligencia artificial, más análisis de expertos, que permiten detectar los miedos y rechazos emocionales más profundos que atraviesan el país.
Fabricación de mensajes que utilizan esas percepciones y se dirigen de manera diferenciada a públicos altamente segmentados y previamente identificados, para convertirlos en la “militancia” bolsonarista.
A la par, se activan miles de influencers de redes (previamente detectados por poseer gran cantidad de seguidores), que diseminan amenazas, mentiras y tergiversaciones.
Uso de aplicaciones robotizadas capaces de reanalizar la big data inicial (provista por los ensayos de recepción), y dispuestas a evaluar el éxito o fracaso de las mentiras. Con esa información, los analistas se reorientan y reposicionaban de forma precisa y ajustada en los temas más compartidos.
El resultado es una campaña sin precedente de guerra sucia, que nos hace preguntarnos qué vendrá después de todo esto.
Asesoría internacional
En WhatsApp cada usuario se registra con un número telefónico y puede tener conversaciones privadas y grupos de chat cifrados en el que participan hasta 256 personas. Debido a las fronteras permeables de este tipo de plataforma, no es fácil diferenciar a los participantes locales de los que acceden desde el borde exterior de la frontera nacional, de modo que no hay guerra informativa en la actualidad sin contaminación desde otros puntos de la red global.
Analistas brasileños han logrado identificar en la campaña de Bolsonaro el uso de cuentas y equipos de comunicación varados en otros países, fundamentalmente en Estados Unidos. En WhatsApp, por ejemplo, las cibertropas más activas se organizaron desde los teléfonos +1 (857) 244 0746, de Massachusetts, y +351 963 530 310, de Portugal, que manejaron más de 70 grupos de campaña del ultraderechista; y el +1 (747) 207 0098, de California, que administró más de 100 grupos de esa red.
Entre los expertos internacionales sobresale Steve Bannon, ex jefe de asesores de la campaña presidencial de Donald Trump y fundador de Cambridge Analytica, la filial londinense que ha intervenido ilegalmente en más de 200 procesos eleccionarios en todo el mundo.
De acuerdo con la agencia Reuters, Bannon estaría participando en la campaña desde agosto, después de un encuentro en Nueva York con el diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del candidato presidencial. “Bannon se dispuso a ayudar”, declaró Eduardo. “Nos apoyará con consejos en internet, algún análisis, interpretar datos, esas cosas”, añadió entonces.
El Correio Braziliense informó en septiembre que el equipo de campaña del ultraderechista también tenía tratos con Arick Wierson, el estratega de comunicación digital y asesor de asuntos políticos de Michael Bloomberg cuando se lanzó para alcalde de Nueva York. Como se puede ver en este tweet, el experto sigue asesorando al Presidente electo.
Mientras, Carta Capital dio cuenta de la reunión sostenida en agosto por Eduardo Bolsonaro y los asesores de varios congresistas, entre ellos del Senador Marco Rubio -enemigo jurado de Cuba y Venezuela-. Al parecer esta es la segunda que se produce desde marzo, donde hubo otro encuentro de carácter secreto que ahora ha sido divulgado en los medios. La publicación asegura que el más reciente encuentro duró cuatro horas en Washington, donde definitivamente se fraguó el apoyo político y mediático para la campaña de Bolsonaro, con espaldarazo a la participación de Bannon y Wierson.
La elección brasileña ha servido de laboratorio para la propagación del ideario de un proyecto ultra liberal fundado en el odio y la desagregación social, cuyas consecuencias son impredecibles y no solo para la vida política del gigante latinoamericano.
Sin embargo, las voces más lúcidas de la izquierda en Brasil, entre ellos expertos y comunicadores sociales, han llamado a no salir de las redes sociales, a evitar a toda costa el aislamiento y a crecerse ante las arremetidas de las cibertropas.
R. M. Elizalde es periodista. Publicado originalmente en El Siglo, 4 noviembre 2018.