Agendas sociales latinoamericanas y acción local

por Nelson Villarreal – Capítulo del libro «Movimientos sociales y transformaciones populares en América Latina» que acaba de publicarse en Colombia en el marco del seminario internacional «Movimientos sociales, agendas y transformaciones populares en América Latina».

Introducción

Antes de hablar de las agendas plantearé una cuestión metodológica o, si se quiere, una forma de acercamiento a lo que estamos viviendo y como pensarlo críticamente: no se pueden abordar los conflictos, los cambios y las contradicciones sociales solo como una cuestión de objetividades materiales. Es importante tener en cuenta que los humanos -como sujetos culturales y de lenguaje- somos también subjetividad. Así, objetividades y subjetividades se reclaman en la complejidad de lo que somos y, por tanto, es necesario analizar estos temas en las condiciones y formas como se construye poder.

Hablar de subjetividades es asumir que la emancipación supone el cómo nos situamos políticamente ante la globalización, lo local y regional, la pluralidad y la diversidad que implica ser parte de un proceso social alternativo. Todas y todos tenemos poder y como sujetos personales y sociales debemos construirlo dialógicamente para que surjan cosas nuevas y no simplemente reproduzcamos lo existente en distintas formas y sin cuestionamiento alguno.

El desarrollo del capitalismo en su fase neoliberal no solo implica la concentración de capitales, la depredación de la naturaleza y la fragmentación social, sino también la configuración de nuevas identidades subjetivas dependientes (alienadas) o alternativas (emancipatorias) de los pueblos y las personas, de las formas de producción y de consumo, como el deseo de vivir, la sexualidad, la igualdad y diferencia de los géneros, la diversidad de las culturas y las étnias, como también la búsqueda de igualdad social que posibilite y habilite a todas y todos en este continente, en este mundo.

Sentir, pensar y analizar desde una visión que toma en cuenta esta complejidad y que mira la construcción de subjetividades como los procesos materiales, permite reconocer un proceso de emancipación distinto, en el cual la construcción del poder implica distintos momentos, niveles e interacciones que no se agotan en el gobierno, el movimiento social o una determinada teoría o práctica.

En el Foro Social Mundial de Porto Alegre de 2003, realizamos un taller-seminario denominado «Gotas globales en el océano local». Con dicho título queríamos plantear que toda agenda tiene una estrecha relación entre lo local-global y regional. Se planteaba en el taller que:

“Lo local visto desde lo global supone la glocalización, una forma de percibir las redes globales que pasan por los espacios locales. El capitalismo las ha utilizado como cadenas de valor desde donde se articula la globalización. Esto hace que la globalización no sea homogénea sino fragmentada.

Se constata que los países no se encuentran integrados, sino que se ven algunos procesos de integración que aún no dejan claro hacia donde van.

La globalización no es una cosa nueva sino que aparece intrínsecamente ligada al capitalismo, produciendo una acumulación y fragmentación que genera el imaginario de la total inclusión, pero en realidad no todos pueden incluirse en las cadenas de valor, generando exclusión. El primer recurso global fue la esclavitud.

Esto muestra que es necesario pensar otra globalización que permita definir otras cadenas de valor que desarrollen formas distintas de “glocalización”, dado que los patrones actuales no son sustentables y ponen al planeta ante una crisis en distintos planos.

El primer paso es identificar que el mercado global solo abarca entre el 20 y 25% de la actividad económica a nivel mundial. Los recursos son regionales o locales, lo que muestra que las redes y cadenas de valor no deben estar necesariamente atadas a lo global.

Los procesos de glocalización capitalista no son lineales sino cíclicos produciendo movimientos migratorios importantes. Todos los movimientos migratorios han tenido dimensiones ligadas a la comunicación, al transporte y a la cultura. Hoy el problema es cultural dado que la mayoría quieres ser parte de un sistema que no es generalizable, lo que lleva a la necesidad de repensar desde lo local lo global para asumir la diversidad.”

Agendas sociales

Hablar de Agendas sociales en Latinoamérica supone identificar objetivos, actores y propuestas a desarrollar colectivamente. Algunos de los objetivos que podemos constatar, que emergen de las agendas de los movimientos sociales, son:

a) Mayor dignidad y soberanía para los pueblos y las personas,

b) Reapropiación comunitaria y social del ser político y la toma de decisiones que nos afecta a todas y todos.

c) Manejo activo de los territorios, los recursos, la biodiversidad y los servicios públicos del estado

d) Intervenir e incidir en la construcción de políticas para un desarrollo integral

e) Necesidad de afirmar a la vez la diferencia y la igualdad, como dimensiones que se reclaman al momento de la emancipación social.

Por su parte, los actores son diversos y no quedan solo estructurados en el conflicto capital-trabajo, sino que se asumen los cortes transversales y dimensiones de la complejidad humana en lo cultural, étnico, de género, sexual, ambiental, lo religioso, etc. Esta diversidad se hace alternativa a lo existente si se politiza con objetivos comunes en la búsqueda de mayor igualdad y libertad en el reconocimiento de la diferencia.

Es así como estamos ante la constitución dinámica de un sujeto social no homogéneo que asume la diversidad en un proceso conflictivo común de alteridad para superar la fragmentación. Se está produciendo la construcción de una contra hegemonía alternativa y alterativa desde nuevas bases sociales y culturales, que podemos tematizar con autores como Gramci, Mariatergui, Laclau Morin, Foucault, o los teólogos de la liberación. La propia producción de nuestro centro y de varios autores latinoamericanos va en este sentido desde un lugar de construcción teórico-práctico relacionada con diversidad de actores y propuestas en la región.

Se constata que los movimientos sociales buscan crear nuevas formas de hacer política. La búsqueda de participación efectiva muestra creatividad y vinculación social con distintos actores populares a diferencia de los partidos que se han anquilosado y no son mas, en muchos casos, mediación real entre ciudadano y estado. La reacción contra la política de los partidos como autoreferencializada y sin capacidad de responder a las demandas de la gente, ha llevado a que la movilidad social se transforme en protesta, propuesta y desafío de poder en la América Latina actual.

Es necesario tener en cuenta que en cada país y sub-región es distinto y que no existe un único paradigma para comprender el fenómeno, sus implicancias y concreciones, pero si se puede seguir un hilo conductor en muchas de las experiencias.

Respecto a las propuestas que plantean desarrollar los movimientos sociales, ellas tienen que ver con ampliar la democracia, la reconfiguración de lo público y lo político, la construcción del poder social, ciudadano y popular para incidir y ser parte de las agendas que nos afectan.

A la vez, internamente, el movimiento popular y los movimientos sociales necesitan:

a) crecer en alteridad dialógica para que la diversidad y la pluralidad no caigan en hegemonías autoritarias o se fragmenten.

b) se necesita profundizar y democratizar los procesos internos de los movimientos sociales, sean sindicatos, ong, organizaciones sociales, indígenas, mujeres, afrodescendientes, campesinos, vecinos, etc. Esto fortalece la autonomía critica y la capacidad de incidir en los procesos sociales y políticos.

c) democratizar la democracia de nuestros pueblos reconfigurando lo político y lo público desde una lógica de la participación activa de las organizaciones.

Cuando nos preguntan ¿cuáles son los principales contenidos para un redimensionamiento de lo público en América Latina? considero que no se puede atar ni lo público ni lo político solo al Estado o a lo partidario, en nuestro artículo sobre “Los servicios públicos y la necesaria reconceptualización de lo público en siglo XXI” , decimos que:

«Hoy se podría plantear que existen tres espacios de lo público, uno que tiene que ver propiamente con el Estado (derechos-igualdad, regulación, seguridad, territorio, etc.); un segundo espacio que tiene que ver con la sociedad (referido al mundo asociativo y organizacional de la comunidad); y un tercer espacio de lo público que tiene que ver con el mercado (relativo a la relación de productor consumidor). En este sentido el mercado es un proceso que se crea y construye negociadamente, por lo que es una institución y no mera espontaneidad como pretenden los neoliberales. [1]

Estos tres espacios o esferas de lo público se entrecruzan y reclaman mutuamente, pero su distinción permite radicar en cada uno de ellos un rol y una misión en función de la comunidad, centro primero y último de la cuestión pública en distintos momentos de la historia. Esto implica plantearse formas de gobernabilidad y gobernancia que articulen estos procesos. [2]

Estas dimensiones no pueden ser desvinculadas una de la otra, por lo que interactúan tanto las perspectivas para la solución del problema del suministro de los servicios públicos, como el derecho al acceso de los mismos con los recursos existentes para dar cumplimiento a los objetivos políticos y económicos de una sociedad. En tal sentido en el contexto de las propuestas de reforma de Estado para el momento actual, las vías privatizadora y estatista no son idóneas por sí solas. Pareciera válida la desestatización siempre que se mantenga el carácter público de los servicios, tanto a través del financiamiento por parte del Estado como por el hecho de que ellos sean provistos por entidades sin fines de lucro o por empresas del mercado (para lo que hay ver los monopolios y oligopolios que se forman).

Este planteamiento no puede estar desprendido de los mecanismos de regulación, desarrollados por el Estado, que den el marco institucional para lograr los objetivos que se pretenden con una lógica pública, que no se agote en el Estado y que incorpore la dinámica socio-económica del mercado y la sociedad fortaleciendo un desarrollo alternativo al existente [3]. A la vez el hecho que el interés público no se concentra en un lugar implica que el diseño institucional de estos servicios se transforme en eje clave para consolidar una reforma futura, donde las formas de gestión y propiedad puedan ser diversas (estatal, social o privada) y mixtas, pero sujetas al bien común”.

Hoy se observa que la ciudadanía y los movimientos sociales, ya sean las organizaciones sociales o los nuevos movimientos sociales -el movimiento social de las ONG u otros- hacen política y apelan al bien común superando las demandas sectoriales o corporativas por un espacio social público.

Por tanto asumir lo complejo de lo público y lo político permite fortalecer dos aspectos: por un lado la reconfiguración de las instituciones del Estado y de los partidos, y por otro lado, no renunciar a una ciudadanía activa en los aspectos mas concretos y globales.

Aquí emerge uno de los desafíos claves: como procesar el conflicto entre democracia participativa y democracia representativa para democratizar la democracia. La democracia representativa en América Latina -que no es totalmente el caso de Uruguay- se muestra como pequeña y reductiva, a la vez que facilita los marcos de algunas garantías básicas de derechos. Condición necesaria pero no suficiente para que haya democracia plena y empoderamiento político de los ciudadanos y los sujetos sociales.

Es necesario preguntarse ante la realidad de América Latina ¿qué cambios hay que introducir en los órganos y diseños institucionales de representación política y de participación social para combinar el desarrollo con una ciudadanía activa e inclusiva?

La democracia participativa se ha planteado desde experiencias de gestión local y se muestra como una movilidad inclusiva que permite el que los habitantes se involucren para construir ciudadanía activa e incidencia en su realidad cotidiana. En este sentido los movimientos sociales en algunos lugares han logrado participar de lo público eficazmente logrando ampliar los espacios de poder ciudadano.

En este proceso se constata que el poder social y popular se construye, se distribuye, se conquista, se comparte, se desagrega, se descentraliza. De lo contrario, pasa a ser autoritarismo, dominación y explotación, lo que no es fácil de distinguir cuando se gestiona o se lucha, pero solo ahí se procesa si se asume como conflicto abierto a la emancipación real y no ficticia. El proceso de construir participación y desarrollo inclusivo es complejo.

Es necesario superar falsas contradicciones en momentos complejos. Se debería caminar hacia una interpelación mutua y constitución de nuevas formas institucionales de participar, incidir y decidir, donde representación y participación sean momentos que se reclaman en una visión republicana, dado que es necesario asumir que nuestros pueblos se manifiestan de distinta forma según los tiempos culturales, sociales e históricos. Estos procesos deben consolidar un acuerdo o pacto social que cambie las relaciones de poder en nuestras sociedades y en nuestros pueblos.

En tal sentido, hay que distinguir en un proyecto político lo social y lo partidario para garantizar las autonomías que ayudan a procesar lo nuevo. En la medida que somos libres con los otros, el poder se construye en el conflicto que nos posibilita ser a cada uno y a cada una cuando la controversia, el disenso y el consenso son para ampliar posibilidades y no para negar o anular al otro. La política es utopía, arte de lo posible, negociación y autoafirmación del poder que nos da identidad como personas, como sujetos sociales o como pueblo, pero nunca sumisión, claudicación o imposición.

Hoy se necesitan nuevos mecanismos de participación que amplíen la democracia y por tanto que consoliden el espacio público, tanto en el ser activo de ciudadano, la organización social, como las nuevas institucionalidades que deben expresarse en los mecanismos concertados en las formas del Estado social.

La construcción de la democracia y la ciudadanía está más que nunca vinculada a un proceso de construcción de “sentidos”. La idea de democracia se encuentra así asociada a las condiciones en las cuales puedan darse relaciones dialógicas entre los diferentes individuos y grupos en la construcción de las interpretaciones y sentidos de lo social.

Sin embargo, las actuales condiciones y transformaciones de la vida colectiva, la agudización de segregaciones sociales y económicas, las tensiones y los miedos que amenazan la convivencia ciudadana colocan toda propuesta democratizadora y emancipatoria frente a desafíos profundos. Dos pilares conceptuales planteados parecen colocarse en el centro de este desafío: cómo resolver el dilema entre “reconocimiento” y “redistribución” o de igualdad y justicia en lo social, y el reconocimiento de las diferencias, de los sujetos.

La necesidad de pensar espacios públicos democráticos implica un nuevo paradigma en la relación gobierno-sociedad civil. Para los gobiernos, la participación se convierte en un problema o una solución si es que no se pervierten los mecanismos. La forma de optar y procesar la incidencia real de la ciudadanía es lo que los hace progresistas o conservadores. De aquí también se desprende que hay que lograr constituir una administración pública democrática estable y no sólo en base al compromiso.

Entonces, ¿cuál sería el rol de la sociedad civil y del movimiento popular en la construcción de agendas públicas sociales? Fortalecer el empoderamiento, la direccionalidad no corporativa, la no cooptación, el control ciudadano social y político de los procesos de acuerdos y negociación, -de gestión, diseño e implementación de políticas públicas sociales, urbanas, culturales, ambientales, entre otros- es clave para instituir nuevos procesos en América Latina.

Impulsar espacios democráticos que colaboren en el desarrollo de una sociedad más igualitaria, a través de la construcción de nuevas institucionalidades y nuevos espacios públicos que habiliten a un nuevo contrato social que profundice, democratice y radicalice el proyecto democrático.

En las dos últimas décadas la democracia local ha sido una propuesta de construcción de poder participativo y alternativo. En algunas ciudades europeas (ej: Barcelona), o en Latinoamérica -Porto Alegre, San Pablo, Montevideo, Rosario, en México, etc- ha sido una forma de involucrar a los ciudadanos en las políticas y que puedan incidir.

De la innovación democrática se ha ido pasando a la democracia deliberativa, deliberación ciudadana, y desde los implicados para resolver disputas públicas, se ha ido caminando hacia nuevas formas de deliberación inclusiva y abierta.

¿Cómo pueden los movimientos sociales articular sus agendas locales a lo global?, creo que tiene que ver con ampliar fronteras, quebrar límites para descubrirse con los otros, en lo regional y global, como parte de un mismo proceso humano, social, emancipatorio, territorial y en las diferencias y las diversidades contra lo homogéneo, autoritario y depredador.

Las experiencias de la Alianza Social Contineltal (ASC) y el Foro Social Mundial (FSM), los Foros Sociales temáticos, nacionales y regionales, los vínculos transversales que crean redes y propuestas articuladas en la diversidad, van mostrando la configuración de agendas comunes y compartidas que reclaman de objetivos y estrategias concertadas a nivel regional.

CLAES con su programa Desarrollo – Economía, Ecología y Equidad, intenta propiciar una mirada alternativa, al fortalecer el conocimiento y las propuestas de regionalismo autónomo ante la visón de regionalismo abierto, de forjar un país alternativo con base en la articulación de lo ambiental, cultural, económico y social, lo mismo que al articular actores en una declaración ecuménica que da cuenta de los impactos del ALCA en nuestros pueblos y la propuesta de integración y solidaridad entre las Américas.

Crear análisis y propuestas que nos permitan conocer más nuestros pueblos entre sí, alianzas básicas a favor de la integración y solidaridad. Ampliar la complejidad de nuestra mirada desde lo material y espiritual, desde lo objetivo y lo subjetivo, para lograr nuevas formas de institucionalidad social y política en la comunidad y el Estado en la reformulación de lo público.

La Organización Mundial del Comercio, OMC, es el resultado de cómo se han situado las naciones en la relación globalización-imperio . El imperio no sólo hace a la objetividad de una nación poderosa sino a un sistema que toma la vida en su subjetividad, es dónde emerge la biopolítica como expresión del mundo actual. El imperio encuentra su contradicción en la multitud (ciudadanía universal, regional y diversa) que es afirmación de lo alternativo y de la integración igualitaria.

Muchos analistas muestran que no vamos hacia un ALCA grande sino negociado por las propias contradicciones internas de EEUU y los reposicionamientos de Brasil. En tal sentido, desde el movimiento social y la sociedad civil es necesario fortalecer los procesos de integración regional y subregional, caso MERCOSUR, ampliar a nivel latinoamericano, no sobre la base del libre comercio sino en base a un mercado justo, recíproco, complementario, integral, que esté dentro de lo social y político de nuestros pueblos y sociedades.

El reto de los movimientos sociales está en fortalecer el empoderamiento ciudadano, la integración en la diversidad y el regionalismo autónomo de las dependencias depredadoras que generan sumisión y no reciprocidad. Construir poder en sus distintos niveles, en lo social y en lo público a través de proyectos políticos que no se agotan en los partidos o en un sector que busca impedir la expresión de toda y todos. Posibilitar la voz de los que no son escuchados, de los que permanecen desaparecidos social, étnica, cultural, sexual y culturalmente en nuestras sociedades, es necesario un lugar en el globo para todas y todos.
Notas:

[1] Villarreal, N. “Utopía del libre mercado, ecología y justicia social”, Cuadernos de Marcha, Montevideo, mayo 1996.

[2] “Hay que concebir entonces la forma de las relaciones entre niveles de gobernancia. Disponemos actualmente de dos grandes modelos de relación: por un lado el jacobinismo, por otro la “subsidiariedad”. El jacobinismo privilegia la unidad. La autoridad en escalafones inferiores nunca es delegada. La subsidiariedad privilegia la diversidad. La autoridad solo es delegada a niveles superiores cuando los problemas no pueden ser manejados por la comunidad básica. Pero en ambos casos, se delega de un nivel a otro y sin precisar la manera en que varios niveles ejercen simultáneamente una responsabilidad. El principio de subsidiariedad activa apunta a proponer de alguna manera una tercera vía entre jacobinismo y subsidiariedad” pág. 97. Pierre Calame y André Talmant (2001) “Con el Estado en el corazón. El andamiaje de la gobernancia”, Vozes-Trilce, Montevideo.

[3] UNESCO-DEMOS (1997) “Gobernar la globalización. La política de la inclusión: el cambio de responsabilidad compartida”. Cumbre Regional para el Desarrollo Político y los Principios Democráticos, Brasilia.

N. Villarreal es docente universitario uruguayo e Investigador asociado del Centro Latino Americano de Ecología Social, CLAES. Directivo de la ANONG, Asociación Nacional de ONG orientadas al Desarrollo en Uruguay.

Publicado en «Movimientos sociales y transformaciones populares en América Latina» (Memorias del Seminario Internacional «Movimientos sociales, agendas y transformaciones populares en América Latina»), pp. 121-130, editado por Planeta Paz, Bogotá, 2004.