El caso del hombre en la pared

El caso del hombre en la pared

por Alberto Hein – Estar presente por primera vez en un Foro Social Mundial despierta muchas sensaciones, a veces contradictorias. El foro prometía ser una feria de lo alternativo, de lo diferente; y me estoy llevando sorpresas, muchas buenas pero también de las otras. El primer día fue sorprendente encontrarme con personas de muy diferentes nacionalidades, de un mundo que quiere y necesita cambios. Personas dispuestas a ofrecer sus conocimientos, sus experiencias para intentar construir nuevas relaciones entre todos nosotros. Relaciones que apuntan a la sustentabilidad y a un concepto de equidad y justicia entre los seres humanos.

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La ubicación física del foro es muy buena, y es posible recorrer andando todas las instalaciones: sólo hay que tener buenas piernas, agua y paciencia. La dinámica de los talleres es diversa, tanto en variedad temática como en sus desarrollos, pero lo «alternativo» es casi inabarcable y eso constituye una paradoja. Las experiencias son ricas, aunque apenas hay tiempo para diálogos rápidos e intercambio de direcciones con experiencias semejantes a las nuestras; pero el Foro es también una feria, a veces inmersa en pleno capitalismo, donde se olvidan los derechos fundamentales de las personas.

Hasta ahora lo que más me ha impactado, dura y desagradablemente, tuvo lugar en los preparativos de la marcha de inicio del foro. Me encontraba en uno de los lugares de concentración a la hora prevista, junto a compañeros de Sao Pablo que trabajan con personas que viven en las calles. Como el inicio de la marcha se demoraba, comenzamos a pasear por los alrededores. Los diversos grupos estaban desplegando toda su carteleria para «marcar» presencia durante el recorrido. Allí estaban los «pro Lula», más atrás los «anti Lula», grupos contra la guerra, agricultores orgánicos, y así sucesivamente una larga lista de sectores sociales que ustedes conocen.

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En ese momento surgió un problema: un grupo de jóvenes brasileños comenzó a pegar en una pared unos papeles en solidaridad con los pueblos de Palestina, Irak y otros. Sus ideas son respetables; podemos o no compartirlas, y esas cuestiones no son el centro del comentario. Mientras pegaban los carteles, la goma chorreaba y caía sobre un hombre, un indigente, que estaba en el suelo. No tenía piernas, no podía moverse por sus propios medios y no había ni bastones ni silla de ruedas. Obviamente se instalaba allí para pedir limosna. Indiferentes ante el minusválido y ante la injusticia y pobreza que tenían a sus pies, los chicos brasileños siguieron ensimismados con su pegamento y los carteles sobre Irak.

Indignado, tomé unas fotos y me pregunté si el eslogan del foro, «otro mundo es posible», será realmente alcanzable. Denunciar la situación en Irak o en cualquier otro lugar del mundo no debe cegarnos ante la miseria que nos rodea en nuestra propia casa: no podemos tapar con pegamento las miserias que se observan en las calles de Porto Alegre. El mundo alternativo comienza a construirse en cada uno de nosotros y en este mismo Foro Social Mundial. Sobre todo, rescatando a los que están excluidos y marginalizados en este modelo de desarrollo que nos han impuesto y contra el que luchamos.

A. Hein integra la comisión directiva de D3E CLAE (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina), y es editor de la revista que venden los sin techo en Uruguay (Factor S). Fotografías de A. Hein. Publicado en La Insignia el 30 de enero 2005.