Educar a la ciudadanía global

Educar a la ciudadanía global

por Pilar Debén –

La historia de la humanidad es, en gran medida, la de las luchas ciudadanas por los derechos y la dignidad de las personas. El planeta, la paz y las personas son tres de los pilares fundamentales de nuestro patrimonio común y la posibilidad de disfrutar de un futuro basado en el bienestar depende en gran medida del entendimiento de las naciones. La Agenda 2030 ha supuesto un impulso sin precedentes para fijar las bases que orienten ese futuro y fundamenta su éxito en la creación de alianzas para el logro colectivo. Nadie debe quedarse atrás y nadie debe de eludir la responsabilidad de contribuir a la construcción de ese bienestar.

La aldea global en la que vivimos nos dota de múltiples identidades. Estas son como los anillos concéntricos de un árbol en crecimiento. La más local es nuestro sentimiento de pertenencia a una comunidad, y a medida que vamos profundizando en el conocimiento del mundo y sus realidades, adquirimos nuestra identidad más global, la que nos igual como habitantes de este planeta. En nuestro mundo globalizado, nada de lo que sucede nos es ajeno, estamos interconectados y dependemos unos de otros. Debemos de aprender a comportarnos como ciudadanos y ciudadanas globales. El poder de la ciudadanía para reivindicar, proteger y garantizar los derechos de todos en cualquier parte del planeta es el gran motor de cambio que hoy en día, gracias a la democratización de la comunicación y al auge de las redes sociales, ha visto aumentada su capacidad movilizadora expandiendo los límites territoriales.

La sociedad española es altamente solidaria, capaz de reaccionar como pocas en situaciones de extrema gravedad. Muestra de ello es la reacción ciudadana a la crisis generada por la covid-19. Las plataformas ciudadanas se han movilizado para ponerse al servicio de los más vulnerables. El enorme reto que asume la educación para la ciudadanía global, es conseguir que esa fuerza solidaria arrolladora no se limite a la asistencia, sino que agudice nuestra empatía para enarbolar la bandera de la justicia social y contribuir de manera efectiva a una ética global.

Al igual que la covid-19 ha sacudido nuestras prioridades y ha reordenado el valor y el sentido de lo colectivo, otras luchas, como el renovado y emergente movimiento contra el racismo, nos empuja como ciudadanos y ciudadanas a tomar una postura. Nuestra pasividad frente a las injusticias, hoy, nos aleja de la ciudadanía global y nos convierte en cómplices. Los ciudadanos globales saben que la justicia social es la base de nuestra supervivencia. O nos salvamos todos o nadie se salvará.

La cooperación española trabaja para mejorar la vida de las personas en los países más vulnerables. La ciudadanía global complementa esta tarea ayudando a las personas a entender las profundas desigualdades que afrontan nuestras sociedades, favorece el pensamiento crítico y fomenta la participación en los procesos de cambio hacia sociedades más inclusivas, más diversas, más justas y sostenibles. Educa a las personas para que, desde el diálogo, la escucha activa y la asertividad, se comprometan en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

Desde las primeras acciones llevadas a cabo por los y las cooperantes trabajando en terreno, conscientes de la importancia de cambiar el norte para hacer duraderos los cambios en el sur, hasta el cambio de paradigma que ha supuesto la Agenda 2030, la evolución del concepto de desarrollo, ha ido marcando la definición misma de este ámbito de la cooperación española.

La educación para el desarrollo, denominada hoy como educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global (EDSCG) o simplemente educación para la ciudadanía global (EDCG), busca la transformación, la mejora de nuestra forma de ser y estar en el planeta. La educación es un motor de cambio y ese cambio debe orientarse a potenciar una ciudadanía activa, comprometida y participativa que contribuya desde el conocimiento y respecto de las diversas realidades, en la búsqueda de soluciones a los problemas de género, de desigualdad, de diversidad, de pobreza, del medio ambiente.

La cooperación española ha generado alianzas con diferentes socios para potenciar la ciudadanía global y abordar un amplio espectro de temáticas y enfoques que favorezcan estos procesos de cambio.

Aunque educar ciudadanos globales no es una competencia exclusiva de la escuela, los proyectos de ciudadanía global desarrollados en este espacio tienen un efecto en cascada que abarca a todas las personas que forman las comunidades educativas. La mirada crítica sobre la realidad y el compromiso solidario, involucran por igual a los menores y sus familias en los niveles inferiores y contribuyen a la formación integral también en los niveles más altos del sistema educativo.

El papel protagonista del profesorado es indudable. Por eso, una de las líneas de trabajo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) se ha orientado a la formación de los y las docentes como agentes de transformación social. La colaboración del Ministerio de Educación y Formación Profesional para desarrollar esta línea ha sido fundamental. Ambas instituciones han ido tejiendo una red de docentes involucrados y comprometidos a lo largo del territorio español, capaces de generar cambios en sus entornos desde la reflexión y la participación colectiva.

En plena pandemia, siete docentes pertenecientes a esta red han trabajado en colaboración con ambas instituciones en la publicación de: Hendere y la crisis del coronavirus. La mirada de una niña, Hendere, cuya vida ha cambiado a causa de la pandemia, nos invita a reflexionar sobre el valor de lo colectivo, el compromiso solidario, el respeto a la diversidad y nos recuerda que cuando miramos más allá de nosotros mismos, nuestra forma de entender el mundo es fundamental para que nadie se quede atrás.

La ciudadanía global es un instrumento eficaz para frenar los radicalismos, el discurso del odio, lograr la convivencia pacífica y la conservación del planeta. Es un pilar fundamental para un mundo más justo y solidario. Cada uno de nosotros, debe de asumir su capacidad transformadora, porque todas y todos somos parte del cambio.

 

La autora es es jefa de servicio de educación y ciudadanía global del departamento sectorial de la AECID. Publicado originalmente en El País, Madrid, el 23 junio 2020; se reproduce aquí únicamente con fines educativos.