por Carlos Terrazas Orellana – Durante siglos, la coca fue considerada como una planta milagrosa dotada de virtudes extraordinarias. Hasta que los occidentales, extrajeron de la planta la cocaína. La panacea se transformó en una arma fatal.
Según una profecía andina: la hoja de coca representa para los indígenas la fuerza, la vida, es un alimento espiritual que les permite entrar en contacto con sus divinidades «Apus, Achachilas, Tata Inti, Mama Quilla, Pachamama». Mientras que para sus enemigos, la coca es una causa de locura y de dependencia…» Los intereses político-económicos se apoderaron de la controversia y penalizaron a la planta sagrada, condenándola a desaparecer.
Cuando los españoles conquistaron las sociedades andinas, vieron que la coca era cultivada y la atribuían poderes mágicos. Ella estaba íntimamente ligada a las costumbres religiosas de las poblaciones nativas. Según las leyendas transmitidas de generación en generación. Manco Kapac, «el escogido» hijo del dios Sol, había traído la coca a los hombres del Altiplano. Sus hojas servían como ofrendas a los dioses de la naturaleza. También se depositaba en la boca de los difuntos para que tuvieran una mejor acogida en el más allá. El uso de la coca, en este contexto místico-religioso se generalizó muy rápidamente durante la época de la conquista. Los españoles no creían en las virtudes prodigiosas de la planta. Sospechaban que se trataba de una obra del demonio, por el rol primordial que tenía en las ceremonias religiosas de las poblaciones vencidas. Un Consejo reunido en Lima prohibió su consumo terminantemente, puesto que era considerado como una costumbre pagana y un pecado. Pero los españoles cambiaron rápidamente de conducta, al constatar que los indígenas no se encontraban en condiciones para ejecutar los trabajos pesados que se les imponían en las minas, si estaban privados de coca. Entonces, decidieron distribuirles las hojas unas tres o cuatro veces al día. También se les permitía unas pequeñas pausas para que las masticaran «acullicaran» su preciosa panacea de hojas verdes. Hasta nuestros días, la coca ha conservado su importancia en las poblaciones indígenas, y se encuentran todavía, rasgos de la veneración religiosa de la cual fue el objeto, de la misma manera su poder curativo y alimenticio fue científicamente comprobado.
Los indígenas transportan siempre con ellos una pequeña bolsa con hojas de coca (llamada chuspa), así como también un pedazo de pasta hecha de ceniza de vegetales “llujkta». Mezclan un puñado de hojas con un poco de ceniza, luego lo mastican tranquilamente, secretando mucha saliva. Una vez ingerida, el jugo de la coca, mezclada con la saliva, produce poco a poco sus efectos: disminución momentánea de la sensación de hambre, frío, cansancio… Lo cual explica porqué la coca es consumida en gran cantidad por personas con baja calidad de vida.
Las hojas de coca sirven también a los «yatiris» (aquellos que saben) para efectuar una gran parte de sus sortilegios y de sus augurios. Al arrojar la coca sobre un tejido tradicional «haguayo» preparado para este efecto, dicen poder descubrir a los ladrones y a las cosas que desaparecieron. La persona que se interroga sobre la infidelidad, la conducta o las intenciones de su cónyuge va ha consultar a un «yatiri», quien después de haber realizado varias oraciones místico-religiosas, le entrega algunas hojas de coca que deberán ser puestas en contacto con las personas de las cuales se desea descubrir algún secreto. Luego se devuelven las hojas al «yatiri» quien va a utilizarlas, realizando una cierta ceremonia, antes de dejar caer bruscamente las hojas de coca al suelo. La respuesta depende de la manera como caen las hojas… Para tener noticias de una persona ausente, conocer su salud, su conducta o sus negocios, hay que llevar sus prendas de vestir u objetos que la persona ha utilizado: se los tiende por el suelo y se arroja la coca por encima. Es preferible escoger ropa vieja que no haya sido lavada, asegurando de esta manera una mejor comunicación con las personas que las utilizaron, sin que éstas se den cuenta. De la misma manera, se dice que se puede ver la imagen de un difunto en su ropa. La coca masticada sirve como amuleto y como ofrenda a las divinidades. Y escupiendo el jugo de la coca en la palma de la mano, con los dedos extensos y observando la manera como cae, ¡se podría predecir el futuro!. Se la siente amarga a la coca, si alguna desgracia se prepara.
La utilización tradicional de la hoja de coca es muy difundida en toda la región Andina, desde la época colonial, particularmente entre los mineros, que van cavando profundas galerías en busca de minerales. El calor y la humedad, saturan la atmósfera, es un ambiente sofocante e irrespirable. Los mineros, torso desnudo, mejillas infladas por bolas de coca, olvidan incluso de masticarlas por el duro esfuerzo que van realizando. Durante todo el año, ellos se alimentan de sopas de fideo o de patatas secas «chuño», consumen rara vez carne, muy caro para su magro ingreso. Pero el precio de la coca también ha subido. El minero tiene el cuidado de llevar siempre consigo una pequeña bolsa de hojas de coca «chuspa»; es una dulce compañera que escogió y que también le agrada al «Tío», el señor y amo de las profundidades de las minas y del destino de los mineros.
Durante el carnaval, los ritos cristianos se mezclan a las tradiciones populares. Ofrendas y oraciones tienen lugar durante las dos semanas que siguen a ésta fiesta pagana. Próximas a la ciudad de Oruro, se erigen rocas de formas raras como el sapo, el cóndor, el toro y la serpiente; los mineros van ha depositar sus ofrendas a la Tierra Madre «Pachamama»: hojas de coca, alcohol, cigarrillos, para que la tierra sea más fecunda. El ritual de las ofrendas a la tierra, «La Ceremonia del Pago a la Pachamama», se realiza en el momento de la siembra, los preparativos se desarrollan en octubre, cuando los primeros gérmenes salieron del suelo. Ella culmina con el sacrificio de una llama muy joven, que debe masticar las hojas de coca y estar embriagada por el alcohol, luego es sacrificada antes que su sangre fuese esparcida a la tierra.
La comunidad se reúne al ritmo de un grupo de músicos, que prepararon para esta ceremonia algunos aires y canciones, con el propósito de acompañar la celebración ritual en honor a «Pachamama». Llegando al lugar escogido para el sacrificio, los danzantes recorren todas las parcelas de los aledaños. Durante ése mismo tiempo, un grupo de campesinos se ocupa de cavar un hueco orientado hacia las montañas. Mientras que el más anciano de la comunidad «El achachila» ofrece oraciones y libaciones a la Madre Tierra. La fiesta continúa hasta altas horas de la noche. Es la ocasión para los ancianos de contar sus mitos, sus leyendas y de esta manera transmiten sus tradiciones de generación en generación. La sagrada hoja de coca se convierte en el alimento central y espiritual de la comunidad.
Para los occidentales la hoja sagrada se convirtió en la planta maldita.
La coca es una planta muy rica, con propiedades medicinales comprobadas científicamente, también es muy nutritiva donde abundan las sales minerales y las vitaminas; pero ¿Porqué esta planta sagrada se transformó en una planta maldita para los occidentales? Aparte de la transformación química de la coca en cocaína; por la riqueza que tiene la planta en nicotina – representa una amenaza terrible para las transnacionales del tabaco, que ven en ella un producto de sustitución a los cigarrillos; lo que causaría pérdidas millonarias a éstas empresas, responsables de millones de víctimas del tabaco. Pero esa no es la única razón. Entre otros componentes de la coca, se encuentran la altropina, la papaina, la globulina, la pectina, la coleina, la inulina, se pueden extraer 14 alcaloides, de los cuales la cocaína representa menos del 1%. (También se encuentra atropina y la espolamina que son una combinación de egminas; tropeinas e igrinas. Los derivados de la ecgonina, que son: el metilbensoilecgonina (cocaína), metilecgnonica y cinamilcocaina; entre las tropeinas están incluidos, la tropina y la seudotromina, la dihidrozipeina, la tropacocaina y el benzoiltropano; entre las higrinas están la higrina, la hidrolina y la cuscohigrina. También pudieron aislarse las esteroisomeras alfa y beta truxilinas, entre otros componentes químicos de la coca).
La coca fue utilizada por los occidentales como base para la fabricación de la droga; convirtiéndose en una estrategia económica e incluso geopolítica. La conferencia de Viena de 1988 condenó a muerte la hoja de coca; prohibiendo su producción y su comercialización, excepto para su utilización tradicional.
La erradicación de las plantas de coca en Bolivia, dio fin al período «del oro verde» en el país. Durante las tres últimas décadas fue el maná de los narco-dólares inyectados en la economía boliviana gracias al tráfico de la pasta de cocaína.
Desde 1997 hasta 1999, más de 21.000 hectáreas de hojas de coca fueron destruidas, retirando de esta manera, del mercado mundial, más de 80.000 toneladas de cocaína. De 1999 al 2006 se pretende haber dado fin con el cultivo ilegal de la hoja de coca en el Chapare boliviano, aunque no existe ninguna cifra estadística.
La supresión de la cultura masiva de la coca decidida por EEUU. y el Gobierno boliviano ha provocado el desempleo de miles de familias que no se benefician de ningún tipo de indemnización y a las que les quedan pocas posibilidades de encontrar trabajo. En los años 90 más de 40.000 mineros fueron despedidos de las empresas mineras estatales y otro tanto de la función pública. El descontento popular no dejó de ampliarse cada día más. Las manifestaciones y los bloqueos de caminos se multiplicaron en todo el país. Bajo el pretexto de rembolsar la deuda exterior, las medidas de austeridad de los diferentes gobiernos se multiplicaron. La subida de precios y el constante aumento de los impuestos asfixia a todos los medios sociales del país. Los bolivianos deben rembolsar préstamos que en muchos casos sirvieron únicamente para enriquecer un pequeño puñado de personas que además pusieron a fuego y sangre la Nación, con represiones inhumanas como las de febrero y octubre del 2003, que causaron un centenar de muertos y miles de heridos.
La corrupción es el cáncer de la sociedad boliviana, la cuál no puede ser tan fácilmente erradicada como la hoja de coca, puesto que el dinero de la droga corrompió una gran parte de la población y la economía del país. Aunque los beneficios realmente obtenidos por el tráfico de droga nunca llegaron al país. A fines del siglo pasado se calculaba que una hectárea de cultivo de la coca aportaba al productor 2.990 US$; el mismo producto lo vendía el traficante de pasta en 3.590 US$. Después de su transformación en cocaína, el traficante lo ponía a la venta en 7.055 US$. Los vendedores al por mayor que hicieron pasar la droga por los circuitos clásicos de Colombia, Panamá entre otros, los negociaban en 107.730 US$. Finalmente los revendedores locales de los EEUU y de Europa obtenían 564.300 US$ por la venta de la cocaína al detalle, con una pureza del 12%.
La profecía de los sabios andinos, esta más que nunca de actualidad. La coca vuelve a ser la hoja sagrada de los Andes, cultivada para su uso tradicional y medicinal, que nunca dejo de ser otra cosa, para los herederos de las hojas verdes. Ahora que, otra civilización varias veces milenaria, como China, se interesa en exportar y comercializar esta planta medicinal como es la coca, además de haber sido reconocida como un elemento capital en la medicina tradicional de los Kallawayas de Bolivia, que recibieron oficialmente el reconocimiento de la Unesco como un patrimonio más de la Humanidad. Es el momento de sacarla de la ilegalidad para devolverle el rol que siempre tuvo en la sociedad, gracias a sus propiedades medicinales y alimenticias.
Si se quiere combatir, realmente, al narcotráfico; primeramente se debe legalizar la producción y la comercialización de la coca, para que ésta pueda servir de base a una multitud de productos y aplicaciones, tanto como una planta alimenticia, curativa, medicinal, farmacéutica, dietética -sobre todo para los países ricos como Europa y principalmente los EEUU, que tienen tanto problemas con la obesidad de una buena parte de sus habitantes. Sabemos, desde épocas remotas, que una de las propiedades de la coca, es la de cortar el hambre. ¿Qué esperan nuestras empresas farmacéuticas para preparar productos energéticos, tónicos, vitamínicos, dietéticos, de sustitución a la nicotina y tantos otros productos más destinados a mercados internos como también a mercados internacionales? Hasta la fecha; que sepamos, no existe ningún convenio internacional que prohíba la exportación y la comercialización de estos tipos de productos.
La exportación de infusiones de coca, como los preparados con otras plantas medicinales (mates) e incluso con el té, darían un fenomenal digestivo, o un «té de coca», que se consumiría de la misma manera que el té o el café tradicional.
A los detractores que se oponen terminantemente a la comercialización de las infusiones de coca; principalmente, las grandes empresas anglosajonas del té y del café, bajo el pretexto que las hojas de coca exportadas a los países Europeos y a los EEUU. servirían sobre todo para la fabricación de la cocaína, bastaría responderles que si la exportación se hace de una manera reglamentada y bien controlada no habría tal riesgo. Mejor aún, si los países productores exportan productos manufacturados, combinados con otras plantas, con diferentes sabores: a canela, vainilla, frutos exóticos, etc., resultaría imposible –por su elevadísimo costo– separar la coca de las bolsitas empaquetadas, para fabricar la droga como ocurre con el café y el té, que contienen alcaloides como la cafeína o la teteina.
Las posibilidades y las aplicaciones que nos ofrece una planta como la coca, son muchísimas, y es un error histórico haberla penalizado internacionalmente, mediante el famoso convenio de Viena de 1988.
En la actualidad, la única demanda de coca que existe de parte de Europa y de los EEUU, es para la fabricación de la droga. Si los gobiernos y las poblaciones de todos éstos países afectados por este azote contemporáneo, de la drogadicción, tuvieran una real voluntad política y económica de acabar de una vez por todas con el tráfico de la cocaína, deberían legalizar inmediatamente la producción y la comercialización de la coca y de los productos derivados de esta planta con excepción de la droga.
Una comercialización legal de la coca y de sus derivados terminaría definitivamente con el tráfico ilegal de la cocaína. La actual política de erradicación de la planta no frenará ese tráfico ilícito, puesto que es un problema de grandes intereses económicos. Solamente se consigue desplazar el problema a otras regiones. Del Chapare a los Yungas bolivianos. Luego, probablemente de los Yungas a la Amazonía: boliviana, peruana, brasileña, colombiana, como ya está ocurriendo. Finalmente, cuando la producción y la comercialización se encuentre en manos de los nuevos agentes cocaleros, cien por ciento anglosajones, y posiblemente en otros continentes, como ya pasó con otros productos en la historia económica mundial, la coca será finalmente rehabilitada para la satisfacción y en beneficio único de quienes, hoy en día buscan erradicarla de sus tierras originarias por todos los medios?
C. Terrazas Orellana es Doctor en historia y diplomado en estudios especializados de etnología en la Universidad de París. Publicado en la revista «Notre Histoire» n° 198, traducido por Tribuna Boliviana.