Renuncia presidencial y crisis institucional en Bolivia

por Sanna Stockstrom – «Mesa, amigo, Bolivia está contigo», gritaban cerca de 25 000 de personas que se juntaron espontáneamente en la plaza Murillo, frente al palacio de gobierno, tras el anuncio de la renuncia del presidente Carlos Mesa. La noticia se difundió el domingo 6 de marzo, en un mensaje televisivo difundido en la noche. La decisión de Mesa de poner su renuncia a disposición del congreso nacional el día lunes 7, ha sido recibida con sorpresa tanto por la población como por líderes de partidos políticos e otros sectores sociales. Efectivamente en ese día, el presidente envío al congreso su carta de renuncia.

En su mensaje a la nación, Mesa justificó su decisión diciendo que la política del gobierno era apelar unidamente al diálogo y nunca a la fuerza, tal como ocurrió en octubre 2003, había llegado a un limite. Apuntó a los últimos conflictos sociales que llevaron a bloqueos de todas las mayores carreteras del país que resultaron en cuatro ciudades prácticamente aisladas desde hace varios días: Santa Cruz en el Oriente, Sucre en el centro del país, El Alto y La Paz en el Oriente. Las últimas negociaciones el día sábado no alcanzaron un acuerdo entre el gobierno y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto (FEJUVE) que lidera el paro cívico y el cerco a la ciudad de La Paz. Esa federación mantiene su descontento con la presencia de la empresa transnacional Suez, mayor accionista de Aguas del Illimani, que presta los servicios de agua y alcantarillado en los ciudades de El Alto y La Paz.

Tanto el dirigente Abel Mamani de la FEJUVE como Evo Morales del Movimiento al Socialismo (MAS) y Jaime Solares de la Central Obrera Boliviana (COB), amenazaron con radicalizar las medidas de presión a partir de este lunes si el gobierno no cedía ante sus demandas. Mesa, enfrentado con una semana de posibles enfrentamientos violentos -una de las medidas anunciadas fue la toma del parlamento nacional- y múltiples demandas calificadas como «irracionales», que se consideran imposibles de atender, jugó el todo por el todo a una carta: poner a disposición su renuncia a la presidencia tanto al «pueblo boliviano» como al «congreso nacional».

Apeló, sin duda, a la «mayoría silenciosa» como se llaman los bolivianos que en encuestas apoyan su presidente a más de un 60% y que están cansados con posiciones radicalizados, sean de la izquierda o de la derecha. Tras haber escuchado esta noticia, se observó el levantamiento de esta mayoría silenciosa que tomó las calles de La Paz, Cochabamba, Oruro, y otros ciudades del país para manifestar su apoyo al presidente. Muchos lloraban gritando «no aceptamos tu renuncia», «viva Mesa», y «el pueblo, contigo, jamás será vencido». Otros ciudadanos daban a conocer su opinión frente a las cámaras, manifestando que no querían caer en los manos de los «comunistas», ni de los «cocaleros» o de los «irracionales». Hacían referencia a «dirigentes maleados» como Evo Morales («muera Evo», «renuncia y vete del país») y Abel Mamani («Abel a la cárcel»). Anunciaron una vigila nocturna sobre el palacio de gobierno y otras instalaciones en el centro de La Paz para defenderles contra los dirigentes que amenazaron bajar el día lunes desde El Alto para tomar edificios públicos. En Oruro el dirigente del Comité Cívico y el prefecto anunciaron el Estado de Emergencia y la movilización de los ciudadanos en defensa del presidente de la república, que siempre obtuvo sus mayores niveles de apoyo en esta ciudad.

Mesa se presentó en el balcón del palacio del gobierno para dirigir la palabra a los manifestantes que no dejaban de agitar la bandera boliviana y cantar el himno nacional. El presidente, emocionado ante ese respaldo, soltó lagrimas y les dio las gracias a los que le apoyaron, terminando abrazado a una bandera boliviana.

Carlos Toranzo, analista político, explicó la situación de alta incertidumbre y peligrosa inestabilidad política que vive el país, con la ausencia del Estado, tal como se ha podido observar en los últimos 15 meses. Uno de sus resultados han sido las demandas de «mano dura» que se oía en la plaza Murillo. Otras reacciones no se hicieron esperar: algunos lideres de partidos políticos, como diputados de la llamada «bancada oficialista», una unión formada hace algún tiempo entre diputados de distintos partidos para respaldar al gobierno, o el jefe de la Unidad Nacional, el empresario Samuel Doria Medina, que ganó importantes municipios en las elecciones municipales de diciembre 2004, expresaron su apoyo a la gestión del presidente y le rogaron «reconsiderar su decisión» y anunciaron «trabajar para rechazar la renuncia en el congreso». Otros, como Mirtha Quevedo, la jefa nacional del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido del ex presidente Sánchez de Lozada, opinaron que la decisión del presidente era «irresponsable» y lo acusó de la confrontación en el país. «El problema es la falta de gobierno, la falta de un presidente… no es posible gobernar de esta manera», dijo Quevedo, haciendo referencia a su mucha criticada debilidad de ceder ante los sectores sociales y de no poder «establecer orden y hacer cumplir la ley».

Tanto Evo Morales como Abel Mamani rechazaron los acusaciones del presidente Mesa por haber paralizado el país con demandas irracionales y actitudes anti-democráticos. Recordamos que el congreso nacional votó la semana pasada algunos artículos importantes dentro de la polémica ley de hidrocarburos. Como la mayoría no votó por la propuesta del MAS de levantar las regalías a un 50%, Morales anunció bloqueos para presionar por una revisión de esta decisión. Abel Mamani, a su vez, paralizó El Alto a principios de enero demandando la salida de la transnacional Suez por supuesto incumplimiento del contrato. El gobierno respondió a esta demanda e inició el proceso de anulación del contrato pero pidió que se tome el tiempo de hacerlo en una manera legal para no perjudicar el Estado temeroso de enfrentar un juicio internacional estimado en más de 50 millones de dólares por inversiones y ganancias perdidas por la empresa extranjera. Además, la cooperación internacional amenazó con dejar a Bolivia si se expulsaba someramente a esa empresa. Pero Mamani demandó la salida de la empresa ya, por lo cual convocó al paro cívico y a una huelga de hambre que contribuyeron significativamente al debilitamiento del gobierno.

Morales y Mamani anunciaron que nunca pidieron la renuncia del presidente, solamente expresaron su descontento en algunos temas específicos. Morales calificó como un «acto de chantaje» la decisión del presidente y sus acusaciones contra él y otros movimientos sociales como una «guerra racial contra los movimientos sociales: cuando la oligarquía del oriente amenazó con autonomías no insultó, pero cuando nosotros, el pueblo boliviano, reclama demandas justas, nos persigue». Además, añadió que «he entendido como si estuviera ebrio, pero no creo que lo esté, sino que es su desesperación frente a su incapacidad de resolver las demandas sociales».

Existe preocupación ante posibles enfrentamientos entre grupos de El Alto y la mayoría silenciosa, o entre los que respaldan la sucesión constitucional del presidente del Senado Humberto Vaca Diez y entre aquellos que lo rechazan. También existe incertidumbre sobre el papel que tomarán las fuerzas armadas. El comandante de la policía, general David Aramayo calificó la decisión presidencial como una «decisión patriótica» aunque agregó que no corresponde a la policía pronunciarse sobre la situación política.

El desarrollo de los hechos dependerá sobre el debate que tendrá lugar en el Congreso cuando se trate la renuncia del presidente. Las normativas establecen la necesidad de llamar a una reunión para tratar el tema, y se espera que eso se realice rápidamente. Si se acepta la renuncia, habrá que esperar si se dará paso a la sucesión constitucional que implica que Humberto Vaca Diez ocupe la presidencia, un extremo rechazado por muchas organizaciones sociales y políticas. Otros sugieren elecciones adelantadas, aunque otros se resisten a ese extremo en tanto perciben que beneficiarían a Evo Morales (aunque en las encuestas de opinión pública su popularidad ha bajado, y mantiene algunas tensiones con algunos movimientos locales).

Finalmente es muy posible que no se acepte la renuncia al presidente Mesa. Aún en ese caso su gobierno seguiría siendo muy frágil. Lo único que podría generar gobernabilidad, como destacó Carlos Toranzo, sería la formación de un gran pacto nacional entre partidos, sectores sociales y la ciudadanía para poner los intereses del país sobre los intereses sectoriales y viabilizar la «sobrevivíencía de la nación» a través de mecanismos democráticos. Esta crisis está mostrando la existencia de problemas profundos en varios sectores, tanto en la oligarquía conservadora, que sigue marginando a las mayorías más pobres, como en algunos movimientos sociales que no lograron pasar de la protesta a la propuesta y a la política práctica.

S. Stockstrom es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina) residente en La Paz (Bolivia).